Lectura del santo Evangelio según Mateo (10, 16-23)
«Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro y al esclavo como su amo. Si al dueño de casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».
Comentario
«No les tengáis miedo…»
En una sociedad post-cristiana en la que abunda la indiferencia religiosa y el laicismo beligerante «campa a sus anchas», se oyen muchas expresiones contra el cristianismo y surgen, aunque solapado, una cierta persecución. Todo lo que huele a cristiano parece que hay que ponerlo en el centro de la diana, todo se cuestiona, se critica, o se rechaza directamente.
Nos viene bien escuchar a Jesucristo decir que si a Él lo han llamado Belzebú, qué no nos llamarán a sus discípulos. No podemos ser pusilánimes y acobardarnos ante los insultos o las estupideces que escuchamos a tantos ignorantes, que de nada saben y quieren entender de todo. Tenemos que ser fuertes y valientes y dar testimonio, sencillo pero convincente, de nuestra fe, siempre y en todo lugar.
A Dios no le pasa desapercibido ni el más mínimo detalle de nuestra vida, «hasta los cabellos de la cabeza tenéis contando». Por eso no debemos tener nada de lo que puedan decir o hacer los beligerantes, para nosotros lo importante no es tanto mantener la integridad física como mantenernos firmes en la fe. Así, el Señor se pondrá de nuestra parte ante nuestro Padre celestial.