Lectura del santo Evangelio según Juan (15, 26 — 16, 4a)
Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho. No os dije estas cosas desde el principio porque estaba con vosotros.
Comentario
Él dará testimonio de mí
El Espíritu Santo reviste con el vigor y la fortaleza la debilidad de los seguidores de Cristo. Hemos de decirlo a cada rato, en cada momento de flaqueza, cuando nos sintamos menospreciados o ridiculizados a causa de nuestras creencias, cuando nos ataquen por lo que profesamos o sencillamente nos tomen por ridículos trasnochados que nada podemos ofrecer a los hombres. Es verdad, no tiene por qué soliviantarnos esa descripción que el mundo hace de la fe cristiana. Digámoslo una vez más para que se nos grabe en la mente: nada podemos ofrecer a los hombres. Porque no es humana disposición de ánimo ni mundanal carácter el que infundimos (o tratamos de infundir) en quienes nos escuchan, sino el aliento del Paráclito que vela por nosotros, cuanto decimos y cuanto hacemos. No es cuestión de escandalizarse, ni en tiempos de Jesús ni ahora en la segunda década del siglo XXI. Es tiempo de rogar al Espíritu que abogue por nosotros, que nos infunda valor para dar testimonio de Cristo en medio de la incomprensión, el escarnio o la burla. Cuando sucedan alrededor todos estos signos apocalípticos, el Abogado vendrá en nuestra ayuda. Sólo gracias a su soplo contemplaremos al Padre.