Lectura del santo Evangelio según san Marcos (1, 1-8)
Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”»; se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. El los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
Enderezad los senderos del Señor
Comentario
ASOMBRO
Asombro de poder invocarte.
Asombro de poder implorarte.
Asombro de poder suplicarte.
¡Ven, Señor Jesús!
Asombro de nuestros corazones tan humanos.
Asombro de nuestros corazones tan cansados.
Asombro de nuestros corazones aún vibrantes.
¡Ven, Señor Jesús!
Asombro en nuestras encrucijadas.
Asombro en nuestras decisiones.
Asombro en nuestras palabras.
¡Ven Señor Jesús!
Asombro en nuestras pequeñas impaciencias.
Asombro en nuestras pequeñas justicias.
Asombro en nuestras pequeñas palabras de testigos.
¡Ven Señor Jesús!
Asombro en nuestras pequeñas responsabilidades.
Asombro en nuestros pequeños pasos de conversión.
Asombro en nuestras pequeñas mentes.
¡Ven, Señor Jesús!
Asombro en nuestros mejores deseos.
Asombro en nuestras mejores virtudes.
Asombro en nuestra mejor inteligencia.
¡Ven, Señor Jesús!
¡Ven, Señor Jesús!
Deslúmbranos aún más.
Fascínanos aún más.
Sorpréndenos aún más.
¡Ven, Señor Jesús
a nuestro estupor,
a nuestra maravilla,
a nuestro caminar
en estos extraños tiempos
que nos conmocionan,
que nos asustan,
que nos dejan
tirados,
perplejos,
asustados.
¡Ven Señor, Jesús!
Esperanza de nuestras esperanzas.