Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,12-16):
Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó: «Señor, si quieres puedes limpiarme.»
Y Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio.» Y en seguida le dejó la lepra.
Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió: «Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para que les conste.»
Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus enfermedades. Pero él solía retirarse a despoblado para orar.
Comentario
Se le quitó
El leproso pronuncia el acto de contrición más directo que existe: «Señor, si quieres puedes limpiarme». Eso es lo que pedimos cuando nos acercamos al sacramento de la reconciliación. Los pecados, que es fácil identificar metafóricamente con la lepra que va desfigurando el rostro de la persona hasta hacerla irreconocible, quedan perdonados por gracia. «Quiero, queda limpio.» Y el buen Padre misericordioso siempre quiere que sus hijos queden limpios. Lo que sigue, el ofrecimiento al sacerdote por la purificación, es la señal de agradecimiento por el perdón con que concluye la confesión. Entonces nos sentimos limpios de pecado, como el leproso curado, y no podemos parar de dar las gracias. Porque gracia es, en tiempos de Jesús y en nuestros días.