Primera lectura
Un solo corazón y una sola alma
Hechos de los apóstoles 4, 32-35
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús. Y gozaban todos de gran simpatía. No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según lo que necesitaba.
Salmo responsorial
Salmo 117, 1‑2. 16ab‑17. 22‑23 (R.: 24)
R. / Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia
- Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.
- La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
- Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina.
Segunda lectura
Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo
Primera carta del apóstol san Juan 5, 1-6
Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Éste es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No sólo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad.
Lectura del santo Evangelio según Juan (20, 19-31)
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Comentario
También este domingo es Pascua de resurrección. Tan grande es la fiesta que durante ocho días seguimos cantando el aleluya gozoso de la salvación. Por eso leemos el evangelio de la tarde de Pascua en el que Cristo se aparece a sus discípulos. No es otro el que resucita sino el Crucificado, por eso les muestra las manos y el costado. Él les dice «paz a vosotros», saludo común de los judíos que se transforma aquí en bendición y anuncio pascual. Las llagas pueden ser curadas y el miedo puede tornarse en alegría. El Resucitado les regala los dones de la Pascua: paz, misión, Espíritu y perdón. Podríamos conjugarlos: el testigo del Resucitado, impulsado por el Espíritu Santo, emprende con entusiasmo la misión de anunciar la paz, que se realiza por el perdón de los pecados.
Además de la buena noticia de la resurrección, el otro gran tema de las lecturas de este domingo es la vida eclesial. En la primera lectura, de los Hechos de los Apóstoles, se describe a la primera comunidad como un grupo de hermanos que compartían la fe y los bienes, de ahí que nadie pasara necesidad. En la segunda lectura, de la primera carta de san Juan, se evidencia el estrecho vínculo entre el amor a Dios y el amor a los hermanos: “todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él”; es decir, el amor a Dios se demuestra en el amor a sus hijos. Finalmente, en el evangelio, la causa del escepticismo de Tomás estriba en que no estaba junto a los demás creyentes cuando por primera vez se les apareció el Resucitado. Creer en Jesucristo requiere ineludiblemente participar en la vida de la comunidad. Esta es otra de las grandes enseñanzas pascuales.