Sábado 2º de Navidad (C)

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,22-30):

En aquel tiempo, fue Jesús con sus discípulos a Judea, se quedó allí con ellos y bautizaba. También Juan estaba bautizando en Enón, cerca de Salín, porque había allí agua abundante; la gente acudía y se bautizaba. A Juan todavía no le habían metido en la cárcel.
Se originó entonces una discusión entre un judío y los discípulos de Juan acerca de la purificación; ellos fueron a Juan y le dijeron: «Oye, rabí, el que estaba contigo en la otra orilla del Jordán, de quien tú has dado testimonio, ése está bautizando, y todo el mundo acude a él.»
Contestó Juan: «Nadie puede tomarse algo para sí, si no se lo dan desde el cielo. Vosotros mismos sois testigos de que yo dije: «Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado delante de él.» El que lleva a la esposa es el esposo; en cambio, el amigo del esposo, que asiste y lo oye, se alegra con la voz del esposo; pues esta alegría mía está colmada. Él tiene que crecer, y yo tengo que menguar.»

Comentario

«Él tiene que crecer y yo tengo que menguar»

El crecer biológico nos lo impone la naturaleza, de no tener un trastorno del crecimiento es lo normal crecer a lo alto y a lo ancho, y ésto último a partir de cierta edad. El crecimiento psico-social  es algo normal en el desarrollo común del ser humano, comenzando por las relaciones familiares para ir ampliando campo social conforme van pasando los años y se va abriendo el círculo.

Podríamos hablar del crecimiento intelectual, económico, y en algunos aspectos más. Pero esto es sólo un comentario al Evangelio del día y nos lleva a descubrir que en nuestro itinerario o crecimiento espiritual el camino a seguir es inverso a todos los demás aspectos en los que crecemos.

Hemos contemplado la grandeza de Dios en la pequeñez de un Bebé, envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y ahora escuchamos a Juan, «el mayor de los nacidos de mujer», que afirma que tiene que menguar, cuando todos lo que queremos y pretendemos es crecer, siempre y en todo.

En la vida de la fe también tenemos que crecer, pero crecemos en la medida en que vamos menguando. Tenemos que menguar en nuestro egoísmo, en nuestro egocentrismo, en nuestro orgullo y soberbia, en nuestro «yoismo» para que pueda crecer Cristo en nosotros. Menguar el «yo» para dejar sitio en el corazón al gran «Tú» que es Cristo y a ese «tú» que es el prójimo.

Tarea para las «rebajas de enero»: rebajar y menguar nuestro «yo» para que sea más «Cristo en nosotros».

 

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