Miércoles de la X semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (5, 17-19)

No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.

No he venido a abolir, sino a dar plenitud.

Nos parece una contradicción que a algunos se les antoja insalvable: quisieran creer en todo cuanto predicó Jesucristo, Dios y hombre verdadero, pero el Antiguo Testamento (la Ley y los Profetas) se les hace un trámite que deja de tener validez en cuanto Jesús comienza su predicación. Viene a ser algo así como hacerse seguidor del sermón de la montaña pero desdeñando todo lo que Dios había ido revelando a su pueblo Israel a lo largo de los siglos en orden a la salvación. Pero la palabra de Cristo en el Evangelio de hoy es clara y rotunda: no queda abolida ni una coma de esa vieja Ley de Israel, sino que la va a llevar a término, a su máxima expresión. Porque no va a bastar el cumplimiento exacto de los preceptos, sino la intención con la que se lleva a cabo. Es en ese sentido en el que la formulación de los mandamientos hebraicos cobra una nueva dimensión en las palabras de Cristo. Jesús es punto y aparte en la economía de salvación, por supuesto, pero a condición de que se relean todos los párrafos que Dios había escrito en el corazón de su pueblo elegido desde que lo sacó de Egipto con brazo poderoso.

 

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