Jueves de la XXIII semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (6, 27-38)

En cambio, a vosotros los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Y como queráis que la gente se porte con vosotros, de igual manera portaos con ella. Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».

Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso

La misericordia del Señor llena la tierra, proclama el salmo 32. Y llega hasta el cielo, como nos recuerda el salmo 36. Dios es misericordioso y su Hijo unigénito quiere que también lo seamos. Por eso Lucas modifica algo el texto de Mateo: la perfección de la que habla este es misericordia en Lucas para que el discípulo imite a su maestro, que es Cristo, en ser misericordioso. Porque su plan de vida es exigente, muchísimo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian. Sólo la misericordia de Dios, la gracia que derrama sobre el corazón de sus fieles, puede llevarnos a alcanzar ese ideal porque los esfuerzos humanos caen en el vacío y se pierden, pero la misericordia de Dios llena la tierra y asciende hasta el cielo.

 

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