Miércoles de la 15ª semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según Mateo (11, 25-27)

En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Comentario

Se las has revelado a los pequeños
En el Evangelio del día, Jesús dirige una bendición al Padre por haberse revelado primero a los pequeños, a los humildes, la gente llana podríamos decir huyendo de títulos y honores, no importa si académicos, civiles o eclesiásticos. Es fácil conectar esta perícopa con la lectura del libro del Éxodo que antecede al Evangelio de hoy: Yahvé se revela en la zarza que arde sin consumirse en el monte Horeb a Moisés. ¿Qué título podía exhibir aquel israelita criado entre egipcios y que ahora se escondía pastoreando los rebaños de su suegro madianita? Ninguno. Pero es Dios quien toma la iniciativa, quien primerea -como dice el Papa Francisco- la relación con aquel hombre rudo y de pocas entendederas al que envía, nada menos, que a pleitear con el faraón para que deje salir a los judíos de su imperio. Moisés, tan engrandecido por el relato bíblico como por las colosales representaciones iconográficas de artistas de todos los tiempos, también es un pequeño: un pastor que guiará a su pueblo por el desierto hasta llegar a la tierra prometida. Esa misma que te tiene prometida a ti.

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