Lectura del santo Evangelio según Juan (3, 13-17)
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
Comentario
Para que el mundo se salve
El evidente paralelismo entre el signo de salvación del pueblo de Israel en el desierto durante el Éxodo, atacado por las serpientes, y la Iglesia peregrina en el valle de lágrimas, acosada por el pecado, no puede distraernos del versículo fundamental: «Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve». Toda la economía de la salvación está asumida en esa frase, consecuencia directa del amor del Creador por sus criaturas. En la fiesta de la Exaltación de la Cruz, el mensaje principal es que el amor de Dios nos ha dado un redentor cuyo sacrificio crudelísimo en la cruz no salva. Conviene recapacitar esto último porque no hay nada que nos salve de una vida llena de sufrimiento como la que todos vivimos por muy relajada y aparentemente feliz que la disfrutemos. El muro insalvable de la muerte no hay manera de esquivarlo y de ese fracaso individual nos salva Cristo en la cruz, elevado como la serpiente de bronce en el desierto. Porque Dios te ama y Cristo te salva. Ahí está todo.