Lectura del santo Evangelio según Juan (3, 13-17)
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
Comentario
Tiene que ser elevado el Hijo del hombre
Aquí está, escondido en esta perícopa con la que la liturgia subraya hoy la Exaltación de la Cruz el versículo definitivo que resume el misterio de la redención humana: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna». El amor de Dios que nos primerea, como dice el Papa Francisco, el abajamiento de Cristo encarnado como hombre verdadero para sufrir la misma muerte que nos aguarda a todos y cada uno de los hombres, la fe en su acción salvífica y la vida eterna. Cuesta resumirlo en una frase como lo hace el evangelista, pero lo ha conseguido: todo el compendio del anuncio de salvación está ahí, esperando que quien lea o escuche la Palabra, se arriesgue a dar el primer paso y a aceptar la propuesta que Jesús le hace: salvación o muerte, tu eliges.