Miércoles de la 3ª semana de Adviento (C)

Lectura del santo Evangelio según Lucas (7, 19-23)

Los envió al Señor, diciendo: «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?». Los hombres se presentaron ante él y le dijeron: «Juan el Bautista nos ha mandado a ti para decirte: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?”». En aquella hora curó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus, y a muchos ciegos les otorgó la vista. Y respondiendo, les dijo: «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Y ¡bienaventurado el que no se escandalice de mí!».

Comentario

Los pobres son evangelizados

La pregunta de Juan acerca del que ha de venir es pertinente. Porque está preñada de esperanza. Juan, preso en las mazmorras de Herodes, espera y confía. ¿Qué otra cosa es la fe? A menudo se la caricaturiza como la convicción de quienes no tienen ninguna duda, que todo lo encuentran claro. Pero esa no es la fe. Sino la que duda… sin perder la esperanza de hallar la respuesta. Juan, en su situación, está especialmente preparado para entender ésta: la colección de prodigios con que Jesús deja que sean los hechos los que hablen por él culmina en el anuncio de la buena noticia a los pobres. A los que nada tienen si no es su esperanza. Como Juan en el presidio, cabe imaginar. Como los preferidos de Dios a los que la vida terrena se les hace muy cuesta arriba. Y dudan. Preguntan. Inquieren. Esperan. A los otros, a los que ya tienen la respuesta prefabricada, a los que preguntan sin esperanza, agotada antes de formular la cuestión, a esos la buena noticia no les dice nada. Porque la conversión del Adviento implica también hacerse pobre, cojo, ciego o sordo para que el Verbo a punto de nacer de mujer nos revele todas las cosas nuevas. 

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