Jueves 4º de Pascua (C)

Lectura del santo evangelio según san Juan (13,16-20):

CUANDO Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy.
En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».


Comentario

Me recibe a mí
En la mentalidad judía de la época, debían sonar fuertes las palabras de Jesús en el momento de las confidencias en la Última Cena. A sus discípulos, por mucho que su seguimiento de Cristo obedeciera a su propia elección, tenía forzosamente que chirriarles que el criado no es más que el amo ni el enviado más que el que lo envía. Esa frase está preparando el camino para la enseñanza doctrinal que sigue a continuación: «El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado». Es decir, nosotros mismos, como discípulos misioneros, cuando recibimos el envío para predicar la Buena Nueva allí donde estemos, estamos llevando a Jesús. Y el discípulo no puede ser más que el que lo envía. Sólo una fe anclada en Dios Padre puede salvarnos de caer en esa trampa herética que es creer en el Jesús histórico dejando aparte su naturaleza divina como segunda persona de la Trinidad. Quien recibe a Jesús en el sacramento del altar, recibe al Padre. De eso no puede haber dudas.

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