Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,47-54):
En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán»; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.
Comentario
Se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas
El Evangelio de hoy prosigue en la estela del proclamado ayer. Pero aquí la diatriba se dirige contra quienes pudiendo compartir el conocimiento de la religión se lo reservan como una presa que embalsara avariciosamente el amor de Dios. Digamos que somos herederos del pasado, pero también tenemos que responder de lo que se nos ha transmitido como un legado. Es una enorme cadena que ha llegado hasta nosotros y que no tenemos el derecho de interrumpir. Se nos va a pedir cuentas de cómo hemos hecho para trenzar el pasado con el futuro o si, por el contrario, hemos dejado deshilachada esa alfombra. En la epístola de San Pablo a los romanos se nos da una clave de la universalidad de la salvación en Cristo: esta alcanza no sólo a los judíos sino también a los gentiles. La solución es para todos. Para todos. Y es nuestra responsabilidad, porque se nos va a pedir cuenta de la sangre de los profetas, que no murieron en vano.