Lectura del santo Evangelio según san Lucas (11, 37-41)
Cuando terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él.
El entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo.
Dad limosna, y lo tendréis limpio todo
Jesús acepta la invitación a comer de un fariseo, sin duda intrigado por la personalidad de ese nazareno que iba haciendo el bien por los caminos de Judea y Galilea. Pero lejos de desvivirse por atender a su huésped conforme a las reglas de hospitalidad orientales, le recrimina que no haya cumplido con las obligaciones legales de la ablución de manos antes de sentarse a la mesa. Es un contraste frontal con la actitud de Jesús, que pone la misericordia por encima de todo el edificio legal. El Señor le reprocha a su anfitrión que esté tan pendiente de cumplir los preceptos sin examinar el corazón en un ritualismo que lleva a considerar los gestos más importantes que lo que quieren significar, la esencia de la que son meros accidentes. Por eso apela directamente al interior del hombre, en contraste con las formas externas tan cuidadas por los fariseos.