XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (B)

Lectura del santo Evangelio según san Juan (6, 51-58)

 Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida

Comentario

 PALABRAS DE VIDA ETERNA

Entre nuestros naufragios biográficos,

Tú, la Palabra de la vida eterna.

Aunque, aún, muchas veces sea de noche y tengamos frío.

 

Ante la disolución en el nihilismo,

Tú, la Palabra que fundamenta y da esperanza.

Aunque, aún, muchas veces pareciera que vivamos desvertebrados.

 

Entre las nieblas heladas de la soledad,

Tú, la Palabra de la comunión de vida.

Aunque, aún, muchas veces nos sintamos solos, muy solos.

 

Ante el absurdo que endurece la mirada,

Tú, la Palabra luz de luz.

Aunque, aún, muchas veces las palabras de los que nos decimos creyentes nos desconcierten.

 

Entre tanto miedos de cuerpo y alma,

Tú, la Palabra que acoge con infinita ternura.

Aunque, aún, muchas veces nos sintamos perdidos en el desconcierto ruidoso que vivimos.

 

Ante la irracionalidad que busca manipularnos,

Tú, la Palabra que nos indica el camino de la cordura y las certezas.

Aunque, aún, muchas veces nos dominen los diablos de las incoherencias.

 

Entre las soledades del fracaso vital,

Tú, la Palabra de la presencia que salva al final de los finales.

Aunque, aún, muchas veces nos sentimos especialmente vulnerables.

 

Ante el endurecimiento del alma,

Tú, la Palabra que nos anuncia la ternura sin fin.

Aunque, aún, muchas veces no sabemos ni amar ni dejarnos amar.

 

Entre tanto y tanto ruidos de malogrados,

Tú, la Palabra que nos rescata de este áspero mundo.

Aunque, aún, muchas veces nos duele demasiado vivir los tiempos que nos tocan.

 

Ante tanta insensibilidad,

Tú, la Palabra que es el amor primero y último.

Aunque, aún, muchas veces apartamos la mirada ante las necesidades de los que tenemos cerca.

 

Entre la selva de narcisismos,

Tú, la Palabra que nos enraíza en la autenticidad.

Aunque, aún, muchas veces nos disfrazamos en el circo de las vanidades que nos circunda.

 

Ante tanto sinsentido,

Tú, la Palabra que nos indica el norte.

 

Entre el cansancio cotidiano,

Tú, la Palabra que nos descansa.

 

Ante las patrañas omnipresentes,

Tú, la Palabra que nos reviste de verdad.

 

Entre las quiebras del lenguaje,

Tú, la Palabra auténtica.

 

Entre la aceleración desquiciada,

Tú, la Palabra que nos centra en lo esencial,

 

Entre tanta avidez insaciable,

Tú, la Palabra que nos alimenta para siempre.

 

Entre el caos de la afectividad,

Tú, la Palabra que nos ama tal cual somos.

 

Ante tantas paparruchas,

ante tanta relación tóxica,

ante tanta mentira rampante,

ante tanta ambición sin escrúpulos,

ante tanto “sálvese quien pueda”,

ante tanta codicia normalizada,

ante tanta falsificación,

ante tanta injusticia…

 

Tú, Señor Jesús,

la Palabra que nos acompaña,

la Palabra que nos orienta,

la Palabra que nos humaniza,

la Palabra que nos diviniza.

 

Amén. Aleluya.

carmeloampelio@gmail.com  raspasdefuego.blogspot.com/

 

 

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