Viernes de la 20ª semana del Tiempo Ordinario (C)

Lectura del santo Evangelio según Mateo (22, 34-40)

Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Él le dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente». Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».

Comentario

Amarás al Señor tu Dios
Dentro de las controversias de Jesús con los grupos religiosos establecidos en el Israel de su época, ahora le toca el turno a los fariseos, estrictos observantes de la ley mosaica, que quieren poner a prueba al Nazareno. Le preguntan con aviesa intención por el más importante de los 613 mandatos que regulaban el día a día en todos los órdenes de la vida. Le preguntan por la jerarquía de la norma. Y Jesús no sólo no se la salta, sino que la refuerza: su respuesta remite a Deuteronomio 6, la llamada ‘Shemá Israel’ (‘Escucha, Israel’) que los judíos recitan varias veces al día cada vez que atraviesan el dintel de la casa. Pero ahora, junto a ese amor con que devolvemos a Dios que él nos amara primero, aparece el prójimo como mandato capital. La norma farisaica ha quedado superada. Y no ha sido por ninguna disposición jurídica ni de ningún doctor de la ley sino por el amor. Amor a Dios y amor al prójimo como a uno mismo. Traza una cruz mentalmente: el astil sirve para proyectar el amor que proviene de Dios y que a él le devolvemos; el travesaño figura el amor que abarca a los hermanos, a todos; y la cruceta es donde estás tú, donde tienes que saber amarte para poder trasvasar luego ese amor a Dios y al prójimo.

 

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