Lectura del santo Evangelio según Lucas (1, 39-45)
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Comentario
Bendita tú entre las mujeres
La Visitación nos muestra a una María servicial que sale de sí misma y se pone en camino para auxiliar a su prima, en la otra punta de Judea desde su aldea de Galilea. No es un viaje cualquiera. Es el mismo recorrido que hizo el Arca de la Alianza cuando David la mandó trasladar. Y ahora es María, primer sagrario, la que camina por esos andurriales para comprobar que el Señor le ha mostrado un signo en su prima Isabel. El viaje a Ein Karem es la constatación de que Dios cumple su promesa y que ese cumplimiento nos va a llegar a nosotros a través de la efusión de Pentecostés. Pero no adelantemos acontecimientos. Quedémonos en la alegría de Isabel, el gozo compartido de ambas embarazadas para gloria de Dios. No es un viaje instrumental, como cabría pensar a primera vista, como un modelo de conducta que nos empuja a nosotros mismos a hacer lo mismo: trascender nuestras limitaciones y carencias para darse al otro. Se trata de un viaje de alabanza, María glorifica al Señor subiendo a visitar a su prima, haciendo ostensible la gracia que el Señor ha derramado sobre ella. Gloria a Dios con su obra y de palabra, como la liturgia nos propondrá mañana.