San Pío de Pietrelcina, presbítero (B)

Lectura del santo Evangelio según Lucas (9, 7-9)

El tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?». Y tenía ganas de verlo.

Comentario

A Juan lo mandé decapitar yo

Herodes Antipas, un tipo que repugnaría trasplantado a nuestro tiempo incluso entre los infames dictadores más abominables del siglo XX, siente curiosidad de conocer a Jesús, de quien le llegan noticias y comentarios sorprendentes: dicen que es Juan el Bautista resucitado. Pero él sabe que no es así, porque lo mandó decapitar. Es plenamente consciente del sufrimiento infligido y, hasta cierto punto, se enorgullece. Pero aun así, quiere conocer a Jesús. No porque quiera cambiar de vida, no porque se plantee el pecado en el que vive, sino por entretenerse con un taumaturgo renombrado, como esa gente que, muy seria, exige milagros refulgentes para creer: una sucesión de fenómenos sobrenaturales con los que distraerse. La conversión nace de la fe -que es creer sin ver-, nunca del espectáculo -que es ver sin creer- al que Herodes y los que son como él quieren reducirla.

 

 

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