Lectura del santo evangelio según San Lucas (12, 54-59)
Decía también a la gente: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: “Va a caer un aguacero”, y así sucede. Cuando sopla el sur decís: “Va a hacer bochorno”, y sucede. Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo? Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él, no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo».
Comentario
¿Cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?
La actividad de los meteorólogos -a los que aquí se alude con esa inagotable sabiduría del hombre de campo capaz de interpretar los fenómenos atmosféricos- se concreta en observaciones y previsiones. Potentes modelos matemáticos, con innumerables variables de temperatura, vientos, humedad y presión, son capaces de elaborar una previsión: si lloverá o saldrá el sol a kilómetros de distancia. Para ello se valen de los datos observados, captados por termómetros, pluviómetros, anemómetros y barómetros. Estas dos actitudes están presentes en una nuestra vida espiritual también. Sólo que le damos mucha más importancia a la previsión que a la observación. Y nos pasamos la vida haciendo previsiones, planeando actividades con las que alimentar el espíritu sin atender suficientemente a la observación, al rastro de la presencia de Dios a través de su Espíritu Santo en nuestras vidas. Estamos más atentos a pronosticar lo que ha de venir que a observar lo que está entre nosotros. Y lo que está en el tiempo -no fuera de él, no al margen de nuestra historia- es Cristo resucitado, que por su sangre nos salvó, actuando en el día a día. Sólo que descuidamos los aparatos de medición y no sabemos reconocer esa presencia que nos invita a la unidad, a ver en el hermano el rostro de Dios. No sabemos interpretar el tiempo presente porque nos negamos a ver la mano del Padre en cuanto nos rodea como si un meteorólogo se negara a admitir que el tiempo previsible varía en función de los datos observados.