Lectura del santo evangelio según san Lucas (8,19-21):
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.
Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.»
Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra.»
Comentario
Escuchan la palabra de Dios y la cumplen
La hermandad en la Palabra, todos los que se dejan alumbrar en su camino como veíamos ayer, comparten vínculos que van más allá de los afectivos que nos unen con lazos de sangre. Las comunidades -en el seno de una parroquia o de un movimiento de la Iglesia- son, en este sentido, un regalo para quienes viven su fe de manera colectiva, hombro con hombro, como los arbotantes sostienen, uno contra otro, la bóveda de una catedral repartiendo cargas y compensando tensiones. Y llegan a estrecharse vínculos que superan a los de la propia familia carnal porque se comparten dimensiones de la vida personal sobre las que, con frecuencia, guardamos pudorosamente a resguardo de la mirada de hermanos, padres o hijos. Es esa comunión en lo pequeño de la que nos habla hoy Jesús, saltando las barreras familiares que nos encorsetan y nos constriñen. Mi hermano es el que escucha la palabra de Dios y la pone por obra. No es un amigo cuya amistad procure, sino un hermano de verdad al que tengo que amar y del que tengo que cuidar.