Lectura del santo Evangelio según san Lucas (8, 19-21)
Vinieron a él su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Él respondió diciéndoles: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.
Lucas simplifica al máximo la escena, no exenta de cierta controversia en los otros dos Evangelios sinópticos, para ir al núcleo de la predicación: la Palabra y su cumplimiento es la que forja los verdaderos lazos filiales y fraternos. Todo el que viva su fe en una comunidad estable podría decir cómo a los hermanos de sangre se superponen otros hermanos de alma con los que se comparte oración y vida cristiana hasta hacer que los vínculos sean incluso más fuertes que con los hermanos biológicos. Esa es la enseñanza que Jesús quiere transmitir a sus discípulos y que recoge el evangelista con economía de palabras y de gestos descritos. Todos los bautizados somos hijos en el Hijo y, por tanto, hermanos. Querer vivir cristianamente en solitario, sin un grupo de referencia, se antoja un esfuerzo ímprobo, a menudo estéril. La fe engendra la familia espiritual y en ella nos reconocemos recíprocamente como hermanos.