Lectura del santo Evangelio según san Lucas ( 12, 49-53)
He venido a prender fuego a la tierra, ¡Y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra.
No he venido a traer paz, sino división
Comentario
Son palabras duras de Jesús. Acostumbrados como estamos a reconocer al Viviente en la paz con que saluda a sus apóstoles en el Evangelio después de la Resurrección y con la paz de espíritu que campea en nuestro interior cuando lo hacemos señor de nuestra vida, la Palabra de hoy nos desconcierta y nos conmociona. ¿Cómo es posible que quien se declara manso (porque en verdad lo era), quien hizo a Pedro envainar la espada cuando vinieron a prenderlo, quien pidió el perdón para los que lo torturaban hasta la muerte nos hable ahora de lucha, de combate, de fuego, de división? No conviene equivocarse ni hacer una lectura apresurada. Más vale examinar la cuestión desde el punto de vista de la radicalidad que exige el servicio de la Verdad contenida en el Evangelio, fuente de disputa cuando no de persecución. A esa lucha se refiere Jesús. Y no sólo a esa, sino a ese combate espiritual en cada alma para seguir a Cristo a pesar de las incomprensiones, los desprecios y las renuncias a que este seguimiento obliga. El discípulo está advertido: el camino no es fácil y encontrará muchos reproches por confesarse cristiano. Lo estamos viendo. En realidad, todas las épocas lo han visto.