Lectura del santo evangelio según san Juan (15,18-21):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.
Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.
Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».
Comentario
«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros»
Calumnias, difamaciones, críticas crueles, persecución mediática, pintadas soeces, discriminación, burlas, intolerancia…; si estas y otras cosas hemos de soportar por algunos que sea por nuestra fidelidad al Evangelio y por nuestra coherencia de vida en el seguimiento de Jesucristo.
Malo sería que obráramos para contentar a unos y a otros, con la hipocresía por bandera, buscando tener buena prensa y ser admirados. La Iglesia y todos los que la formamos tenemos que vivir en coherencia con el Evangelio, no acomodándonos a la sociedad en la que vivimos sino tratando enraizar el Evangelio en el corazón de los hombres.
Si el mundo nos odia que sea porque «nadamos contra corriente» sin pretender «nadar y guardar la ropa». El Cardenal Amigo afirma muchas veces: «si anunciamos el Evangelio y lo vivimos de verdad, no esperemos que nos pongan alfombras rojas, antes bien esperemos zancadillas y espinas».
El rechazo que sufrió Jesucristo será el que tendremos que sufrir si vivimos unidos a Él. Por tanto, nada de lamentos o quejas si nos hacen o dicen de nosotros, antes bien demos gracias si nos odian por vivir como auténticos cristianos.
Como nos pide el Papa Francisco «no dejemos que el espíritu mundano se apodere de nuestro corazón», nosotros vivamos según Jesucristo y el Espíritu que Él envía a nuestros corazones, y si el «mundo nos odia» que sea porque el «siervo no es más que su amo», sino que le sirve con alegría, coherencia y valentía.