Lectura del santo Evangelio según san Lucas (8, 16-18)
«Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz. Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público. Mirad, pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará hasta lo que cree tener».
La lámpara se pone en el candelero para que los que entren vean la luz
Los discípulos de Jesús son instruidos por el Maestro. Esta perícopa es una exhortación en toda línea a predicar la Palabra. Dice el salmo que la Palabra es luz para mis pasos y eso justamente es lo que quiere dar a entender aquí: el discípulo de Cristo no puede retener ávidamente la Palabra que le han predicado como el que enciende una luz no la oculta. Es obligación predicar y dar a conocer el reino de Dios a quien todavía no lo conoce. Y hay que hacerlo con todos, no a ningún grupito de elegidos o iniciados como sugiere la segunda exhortación de Jesús para prescindir de secretos y cautelas a la hora de anunciar el Evangelio. La tercera exhortación da la clave de interpretación de todo el párrafo: es en la escucha atenta y dispuesta donde el discípulo obtiene lo necesario para anunciar la Palabra. De ese modo no añade nada de su cosecha ni tergiversa lo que tiene que proclamar, sino que transmite lo que ha escuchado de parte de Dios. De lo contrario, hasta la fe -que es don gratuito- se le quitará.