Lectura del santo evangelio según Marcos (3, 31-35)
Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Comentario
El que cumple la voluntad de Dios
La familia patriarcal judía era mucho más extensa de lo que podemos imaginar en nuestra época, en la que al sustantivo le hemos añadido el adjetivo de nuclear para dar a entender que se trata de las personas que viven bajo el mismo techo, los convivientes que tan a menudo salen a relucir en las medidas de prevención del coronavirus. No sabemos exactamente quiénes eran los que se presentaron en mitad de la predicación como su madre y sus hermanos haciéndolo llamar. Tampoco logramos adivinar sus intenciones, pero no hace falta echar a volar demasiado la imaginación para advertir que su clan familiar estaría alarmado de que Jesús, el hijo de José, se hubiera lanzado a recorrer la Galilea como un vagabundo, viviendo de la caridad. Y que pretendería llevarlo de vuelta a Nazaret en vez de proseguir ese rapto mesiánico. Pero Jesús les para los pies con dulzura: sin ofender, pero dejando bien claro que su madre y sus hermanos son los que obedecen la voluntad del Padre. Esa es, desde entonces, la piedra de toque de la verdadera filiación como hijos de Dios. Hacer la voluntad de Dios es el único camino para convertirse en hermano de Cristo.