Lectura del santo Evangelio según san Marcos (5, 13-16)
Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos.
Vosotros sois la luz del mundo
La Iglesia, y muy especialmente la de Sevilla, celebra hoy la fiesta de San Isidoro, obispo de la sede hispalense y doctor de la Iglesia universal. Estamos hablando de una figura cimera del pensamiento visigótico, autor de una compilación del saber de su época y lumbrera en el razonamiento teológico de su tiempo, el siglo VI, como último padre de la Iglesia en Occidente. El Evangelio de hoy tiene una aplicación evidente en San Isidoro, quien gobernó la Iglesia sevillana durante 36 años e impulsó iniciativas eclesiásticas y clericales cuyo rastro perdura en el tiempo. Isidoro fue una lámpara que no se ocultó, sino que se puso en el candelero para iluminar a los hombres de su tiempo. Que el ejemplo de esta figura señera de la Iglesia en Sevilla sirva de estímulo a cuantos ponen sus dones al servicio de la comunidad para ser la sal de la tierra y la luz del mundo en medio de las tinieblas de la época actual.