Miércoles de la 30ª semana del Tiempo Ordinario (C)

Lectura del santo Evangelio según Lucas (13, 22-30)

Y pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo: “Señor, ábrenos”; pero él os dirá: “No sé quiénes sois”. Entonces comenzaréis a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”. Pero él os dirá: “No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

Comentario

Esforzaros en entrar por la puerta estrecha

De camino a Jerusalén, Jesús responde una cuestión sobre el reino de Dios y el banquete escatológico al que estamos invitados: no sólo los hijos de Israel, descendientes de Abrahán sino todos los hombres, esa es la explicación de los últimos y los  primeros. Primero se le anunció a Israel y por último, a los paganos. Pero no es una identidad cultural o religiosa la que franquea el acceso a ese banquete que dura la eternidad sino el cumplimiento de la voluntad de Dios, que no es otra que el amor al prójimo. Esa es la verdadera puerta estrecha: poner por obra las formulaciones retóricas (esas son una puerta abierta de par en par que no exige inclinarse para entrar) y ser consecuente con lo que se proclama como seguidor de Cristo. ¿Qué puerta eliges tú?

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