Martes de la 5ª semana de Cuaresma (A)

Lectura del santo Evangelio según san Juan ( 8, 21-30)

De nuevo les dijo: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros». Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?». Y él les dijo: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que “Yo soy”, moriréis en vuestros pecados». Ellos le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les contestó: «Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él». Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».

Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que «Yo soy»

Comentario

El texto joánico, leído en consonancia con la primera lectura del libro del Éxodo, cobra toda su plenitud. Allí, Yahvé concedió que los israelitas levantaran un estandarte con una serpiente para curar de las mordeduras de los ofidios en el desierto. Aquí, Jesús es levantado en la cruz como un nuevo antídoto del pecado, el remedio para la salvación. Nada de esto lo entienden los escribas y fariseos que le porfían. Porque no miran con los ojos de la fe con que sus antepasados miraron la serpiente de bronce en el desierto para obtener la sanación ni miran con los ojos de la fe con que nosotros -singularmente, el Viernes Santo- miramos el árbol de la cruz donde estuvo clavada la salvación del mundo. Todavía hay mas ecos del Dios del Sinaí en esa formulación que Jesús hace de sí mismo como «Yo soy», revelación de su divinidad que aturde y desconcierta a sus polemistas. Porque les falta igualmente una mirada de fe para trascender el abismo que separa al que es y a los que venimos a ser, entre el creador y sus criaturas. Así se entiende mejor el escándalo de la cruz.

 

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