Lectura del santo Evangelio según san Mateo (7, 15-20.)
Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis.
Por sus frutos los conoceréis
La higuera se distingue del cardo (por usar los términos de la comparación evangélica de Mateo) porque da higos. Y la vid de la zarza porque da uvas. Las plantas no tienen necesidad de denominarse a sí mismas con tal o cual taxonomía (que proviene de la facultad que Dios le concedió al hombre para dar nombre a los animales en el Génesis), sino que dan fruto y basta. La vid es distinta de la higuera no porque lo diga nadie sino porque fructifican en época diferente, con frutos distintos y sabores también distintos. También el hombre religioso amigo de Dios da un fruto diferente al del hombre que sólo sigue su criterio e impone su voluntad cada día. Esa es la explicación que Jesús quiere recalcar a sus discípulos: que no es cuestión de palabrería -esa que nos sobra a nosotros- sino de actuaciones. El refranero lo dice con exacta sabiduría popular: obras son amores y no buenas razones.