Lectura del santo evangelio según San Juan (8, 21-30)
De nuevo les dijo: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros». Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?». Y él les dijo: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que “Yo soy”, moriréis en vuestros pecados». Ellos le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les contestó: «Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él». Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
Comentario
Yo soy
La liturgia nos presenta hoy un hermoso paralelismo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento casi calcando expresiones y actitudes. El pueblo de Israel se rebela en su largo éxodo por el desierto y recibe un castigo para que se afiance su fidelidad al Dios que lo sacó con brazo poderoso de Egipto: una plaga de serpientes que, a su vez, es derrotada por una efigie de serpiente ondeada en un estandarte. La Iglesia peregrina en la tierra recibe la enseñanza de que la muerte sólo será vencida cuando muera en la cruz el Hijo del hombre, elevado sobre el patíbulo como la serpiente que tremoló Moisés. Jesús lo anticipa a sus discípulos y a los judíos en general, extrañados por la forma en que les habla. Ese «yo soy» que pronuncia el Señor está en consonancia con la teofanía del monte Sinaí, cuando Moisés recibió la explicación de quién era el que le hablaba: «Yo soy el que soy». Jesús es Dios porque nadie más puede expresar la fórmula «Yo soy» que remite a una existencia esencial al margen del tiempo y del espacio. Dios es y nosotros estamos. En esta vida o en la que está por venir.