Lectura del santo Evangelio según san Mateo (13, 31-35)
Les propuso otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas».
Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta». Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
El grano de mostaza se hace un árbol hasta el punto de que los pájaros del cielo anidan en sus ramas
La parábola del grano de mostaza enlaza, de alguna manera, con la visión del profeta Daniel de un gran árbol en el que anidan los pájaros, esto es, se convierte en hogar y refugio de la vida. El reino de los cielos se parece a esa semilla insignificante que da fruto a lo largo de la historia. Como la Iglesia: este lunes que tantos jóvenes inician su peregrinaje hasta Lisboa para encontrarse con el Papa Francisco, no está de más pensar en la propia Iglesia como ese grano de mostaza en el cenáculo cuando el Espíritu Santo infundió la fuerza de lo Alto a los apóstoles y el frondoso árbol que es hoy. A menudo nos quedamos solo con una visión parcial, de alguna rama seca o un trozo de la copa que perdió su verdor y la vitalidad de otra época, pero ello nos impide ver los brotes verdes y el refugio que supone para las aves y los hombres de buena voluntad que pueden sentirse a gusto anidando en sus ramas. La extraordinaria combinación de lenguas, nacionalidades y rasgos físicos que se juntan estos días a orillas del Tajo en la capital portuguesa nos habla de la impresionante majestuosidad del árbol plantado hace dos milenios en una pequeña habitación de Jerusalén.