Con la archiconocida máxima benedictina, me gustaría comenzar esta entrada en el blog Semillas de fe. ¿Por qué? Porque la frase que recoge la vocación de los monjes benedictinos nos muestra, a la perfección, la disposición que hemos de tener los devotos de San Benito y, por supuesto, los cristianos en la vida actual.
Esta semana, cuando el mes de agosto comienza su ocaso, el pueblo de Castilblanco de los Arroyos y toda la comarca de la vega y campiña sevillana se disponen a peregrinar con fe y devoción ante las plantas del Patrón de Europa, San Benito Abad, custodio de esta comarca desde tiempo inmemorial. Una multitud es la que acude hasta sus rejas a lo largo de todo el año, pero el número se incrementa exponencialmente en esta fecha tan señalada para los sambeniteros, ya que su Romería se torna en momentos de encuentros y reencuentros, de promesas cumplidas, de lágrimas de alegría que han sido contenidas mucho tiempo y de caminos de fe que llevan ante “el aparecido” San Benito.
Es en este último fin de semana de agosto cuando el corazón de toda la comarca palpita al son de una ermita blanca en las estribaciones de Sierra Morena. Es una romería diferente y es diferente no porque en ella no se cante y no se baile, no porque en ella no haya carretas con estandartes y peregrinos con sombrero de ala ancha, no porque en ella no se beba vino y se ría con los amigos, en la Romería de San Benito se encuentran todos los ingredientes propios de una romería, pero tiene una singularidad especial.
En la Romería de San Benito hay un sentido profundo y vertebrador de toda ella, hay un sustrato que la soporta como una columna y la impregna como un hermoso perfume. En la Romería de San Benito hay un pálpito y un ímpetu que mueve todo lo que en ella se vive. En la Romería de San Benito hay una paz, una armonía, una espiritualidad y una devoción recogida que no se pierde ni en los sonidos ni los ambientes propios de cualquier romería.
En la Romería de San Benito hay una conjunción perfecta entre la serenidad y el recogimiento de su Ermita y la algarabía y la regocijo de sus romeros. En la Romería de San Benito, esa romería que no deja de ser romería, los peregrinos encuentran la Paz de Dios. Todo el que por primera vez se acerca a esa Ermita nota que en sus alrededores hay algo especial. En la Romería de San Benito se encuentran unidos la oración y el festejo, la alegría y la añoranza, la espiritualidad y, permitidme decirlo así, la materialidad.
Y es que ya lo expone la locución mencionada al principio, que muestra el modo de vida de los benedictinos y el carácter de los cristianos, la perfección se alcanza cuando lo terrestre y lo celeste se encuentran en una singular armonía. El momento en que esa armonía hace que lo celestial inunde lo terrenal, lo transforma y, del mismo modo que la oración transforma la acción humana, así la espiritualidad y la paz que se encuentran en esa ermita blanca transforma la Romería de San Benito en una romería única y especial. Una romería que transforma a cada romero, a su vez, a través de su oración sincera y lo transforma para el resto del año, siguiendo así el precepto de la Regla de San Benito (Cap. IV, 63): “Practicar con los hechos de cada día los preceptos del Señor”, donde podríamos añadir: adquiridos a través de la oración.
Este último fin de semana de agosto, las hermandades filiales de Brenes, de Cantillana, de Tocina-Los Rosales y los diferentes grupos de devotos ya habrán partido, la Hermandad Matriz de Castilblanco comenzará su trayecto hacia el arca espiritual de Sierra Morena y allí mismo un benedictino en edad doncel y naturaleza de santidad los espera a todos, los acoge a todos, los escucha a todos.
Ya el domingo, en el crepúsculo del día del Señor, el santo Benito de Nursia saldrá a bendecir a toda la comarca. Desde su templete dorado, que porta la imagen del novicio San Benito así como su reliquia incorrupta, nos colmará a todos de esperanzas renovadas, nos asestará una dulce saeta de recuerdos y añoranzas y nos inundará con su hermosísima mirada para hacernos saber que nuestra oración, a través de él, se transformará en un hacer de Dios en nuestras vidas: esa es la acción del milagroso San Benito.
José Manuel Rodríguez Malpartida.