¿Por qué confesarse antes de Navidad?
¿Es necesario estar en estado de gracia antes de la Navidad? “Una celebración comunitaria de la penitencia puede resultar muy beneficiosa para los fieles durante estos días de Adviento, en particular durante la semana que precede a la Navidad”. ¿Qué significa este consejo y esta invitación en el ordo litúrgico? ¿Es una directiva del Vaticano transmitida por las conferencias episcopales del resto de países?
“¡La Tradición más antigua de la Iglesia!”
“No –responde el padre Alexis Leproux, sacerdote de la parroquia Saint-Jean Baptiste-de-La-Salle, en París–. ¡Es la Tradición más antigua de la Iglesia!” Al igual que muchos de sus colegas, tanto en París capital como en la provincia, este joven sacerdote con alzacuellos ha estado confesando, junto a media docena de sus compañeros, el pasado jueves 17 de diciembre de 13h a 22:30h, en ejercicio su cargo pastoral en esta gran parroquia del distrito quince de París.
Muchas han sido las personas, tanto feligreses como transeúntes, que fueron a aliviar su alma de aquello que les acongojaba en ocasión de esta “Jornada del Perdón”. “La santidad de cada uno no es nada en soledad, pero sí en relación a los demás –avisa el padre Leproux–. Por supuesto, es un acto personal, pero de importancia comunitaria”.
De ahí la propuesta de varias celebraciones de actos penitentes en las parroquias ante la llegada de la Navidad. La conversión de un fiel aumenta la grandeza de su parroquia y la de la Iglesia; más aún si se trata de la conversión de muchos. La conversión no es un acto brusco, abrupto, repentino ni espectacular. Es un recorrido, una evolución.
“Un camino de verdad y de felicidad”
Albane, de paso por la parroquia Saint-Jean-Baptiste-de-La-Salle antes de volver a su cassa en extrarradio, al sur de París, está convencido de ello: “No podemos vivir con un peso sobre nuestra conciencia. Llega un momento que hay que aliviar la carga. Cuanto más cerca de Cristo, más felices nos sentimos. Es algo que siento profundamente: ¡es un camino de verdad y de felicidad!”. La confesión, que hoy llamamos Sacramento del Perdón, nos despoja de aquello que nos aleja de Dios y de Cristo. Al reunirnos con un sacerdote para recibir el perdón de Dios, nos estamos acercando a Él, a Jesús y a todos los hombres.
Marc, un padre de familia que vuelve a casa del trabajo en el barrio de negocios de La Défense, también ha decidido entregarse a la Misericordia: “Tenía ganas de confesarme antes de la Navidad. Es un momento muy intenso. Me permite acercarme más a Dios. Quiero presentarme ante Dios más limpio antes de esta celebración de la Natividad”, declara.
En la iglesia, todo invita “a la calma”, tal y como aconseja el padre Leproux “para evitar las distracciones”, y los fieles acuden a las cuatro esquinas del recinto, donde les esperan sendos sacerdotes. El Santísimo Sacramento, expuesto para la ocasión, invita a adorar al que vendrá con los rasgos de un niño el 25 de diciembre.
¿Qué es el pecado?
“Si tenemos dificultades con la confesión, tal vez sea porque no sabemos muy bien qué es el pecado –explica Christine Gilbert, del Instituto Católico de París–. A menudo confundimos la equivocación, la culpa y el pecado. El pecado es el que guarda relación con Dios y, por tanto, con los demás y con uno mismo. No se trata de experimentar un sentimiento de culpa, que es una expresión que nos devuelve a nosotros mismos, sino que debemos considerar nuestra relación con Dios ante la pregunta de cómo nos situamos respecto de la Alianza que nos propone. El pecado es, por tanto, la ruptura de la Alianza con Dios”.
Ahí es donde debemos poner el punto de mira: ¿somos fieles o infieles a la Alianza? Nadie está obligado a confesarse, pero todo el mundo puede hacer examen de conciencia para salir del aislamiento y volver finalmente entre los brazos del Padre.
Fuente: Aleteia