¿Por qué se hace la Señal de la Cruz ?
La señal de la cruz es la oración básica del cristiano, lo primero que un niño o un converso aprende en la catequesis. En esta oración tan breve y tan simple se resume todo el credo y para muchos hombres y mujeres profundamente contemplativos ha sido su oración preferida.
La cruz es la señal de los cristianos, significa el triunfo de Jesús sobre el pecado, es el símbolo de la redención que Jesucristo obtuvo para nosotros con su sangre. Su pasión de amor por el hombre le llevó a dar la vida para que tuviéramos vida en abundancia: «Nadie me la quita, soy yo quien la doy por mí mismo» (Jn 10,18) Como manso cordero llevado al matadero, Jesús soportó en la cruz el extremo del dolor físico y moral para abrirnos las puertas del cielo.
Cuando nos marcamos con la señal de la cruz estamos diciendo: Yo soy seguidor de Jesucristo, creo en Él, le pertenezco. Así como los seguidores del Anticristo tendrán su marca (cfr. Ap 14,9), así el bautizado lleva un sello indeleble en su alma y lo muestra exteriormente con la cruz.
En el nombre…
Al hacer la señal de la cruz sobre nuestro cuerpo, diciendo: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén» nos estamos comprometiendo a obrar en el nombre de Dios. Dios reveló su nombre a Moisés; el nombre de Dios es «Yo soy el que soy» (Éxodo 3,13). Y le dijo: «Yo soy el Dios de tus padres» (Éxodo 3,6) y «Yo estaré contigo» (Éxodo 3,12) De estas tres expresiones concluimos que Dios abarca nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Quien actúa en el nombre de Dios está afirmando que tiene la certeza de que Dios le conoce, le acompaña, le sostiene y permanecerá siempre a su lado.
Cuando en la oración pedimos algo en el nombre de Jesús, nos estamos uniendo a la oración de Cristo, con la seguridad de que el Padre escucha a su Hijo. «Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.» (Juan 14, 13-14) Y si lo que pedimos es conforme a su voluntad, podemos confiar en que nuestra súplica será escuchada: «En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha.Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido..»(1 Juan 5,14-15) Y a veces nos concede no sólo lo que le pedimos sino incluso lo que deseamos, que Él conoce bien. Esta fue la experiencia de san Pedro aquella mañana en el lago tras una noche de pesca, cuando Jesús le mostró dónde encontrarlos. Pedro le dijo: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu Nombre, echaré las redes. Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse».
Fuente: Catholic.net