El 4 de marzo se celebra el Día Mundial de la Ingeniería para el Desarrollo Sostenible. La celebración de este día fue una decisión que adoptó la Conferencia General de la UNESCO en su 40ª reunión en noviembre de 2019. Entendemos el desarrollo sostenible como aquel que garantiza la satisfacción de las necesidades presentes sin poner en riesgo el desarrollo de las generaciones futuras.
El Papa Francisco, en su carta-encíclica Laudato Sí, realiza una severa advertencia acerca de una visión tecno-económica que antepone el desarrollo económico y tecnológico al desarrollo integral de los seres humanos. Según su visión, y la tradicionalmente defendida por la Iglesia en su Doctrina Social, la tecnología (y la economía) tienen que ponerse al servicio del desarrollo humano, y de una forma especial al servicio de los más pobres y desfavorecidos.
Un concepto del que debemos huir es el de la neutralidad de la tecnología. La ingeniería puede ponerse al servicio del bien común o bien contribuir a la muerte o la destrucción. Se debe, por tanto, realizar un discernimiento constante acerca de si una u otra tecnología tienen un efecto positivo o negativo para la humanidad, poniendo siempre el foco en los eslabones más débiles y que nadie defiende.
Debemos reconocer el papel que algunas organizaciones vienen realizando en favor del uso de la ingeniería al servicio del bien común. Existen organizaciones no gubernamentales, asociaciones profesionales, entidades académicas, y empresas que en el desarrollo de su actividad cotidiana contribuyen a esta tarea. Damos gracias a Dios por el trabajo de todas ellas.
Son muchos los retos a los que se enfrenta el mundo actual y que tienen relación con la ingeniería, entre otros destacamos: la consecución de la soberanía alimentaria sin poner en riesgo la biodiversidad, la obtención de una energía limpia y sostenible, el acceso al agua potable y al saneamiento, la consecución de un transporte sostenible o la instauración de la cuarta revolución industrial sin poner en riesgo el derecho al trabajo de todo ser humano.
Para la superación de todos estos retos, se requiere el trabajo coordinado de múltiples actores: instituciones políticas, sociedad civil, instituciones académicas y empresariales, etc. Urge un compromiso de las investigadoras e investigadores para estudiar los problemas que afectan a grupos mayoritarios de la sociedad y que no siempre son convenientemente abordados por ausencia de financiación.
No podemos olvidar el papel de la iniciativa privada en el ámbito de la ingeniería. Es necesario, que las empresas sean responsables buscando un desarrollo que incluya la sostenibilidad económica, social y medio ambiental de sus actuaciones.
La educación tiene un papel fundamental en la consecución del desarrollo sostenible. Creemos que las Escuelas de Ingeniería deben abordar los problemas a los que se enfrenta la sociedad actual (incluyendo las minorías empobrecidas). Las etapas previas a la universidad también deben llevar a cabo una educación que propicie el desarrollo humano sostenible.
Terminamos esta reflexión urgiendo, unidos al Papa Francisco, a una verdadera conversión ecológica en el ámbito de la ingeniería. Esta conversión ecológica no puede dejar a un lado la esperanza cristiana que nos invita a valorar los pequeños/grandes avances que vemos en el presente y a confiar en la bondad de nuestro Dios que nos promete un mundo mejor.
Isabel Cuenta
Grupo de Ecología Integral Justicia y Paz de la Archidiócesis de Sevilla