¿Qué es el Adviento?
El Adviento, con el que empieza el año litúrgico, es el periodo de tiempo comprendido entre el cuarto domingo antes de Navidad y el día de Nochebuena. Sus colores litúrgicos son el morado y el rosa.
En el calendario litúrgico de la Iglesia católica, el primer día del año no es el 1 de enero, sino el primer domingo de Adviento. El Adviento es el primer tiempo litúrgico del año que comienza cuatro domingos antes de Navidad y termina en Nochebuena, este año corresponde el inicio del adviento mañana 2 d Diciembre, Según el día de la semana en que cae el día de Navidad, el tiempo de Adviento puede modificarse ligeramente.
El morado y el rosa son los dos colores litúrgicos designados para representar el tiempo de Adviento. Aparecen en las vestiduras de los sacerdotes, en los velos del tabernáculo, en la parte frontal del altar y en la corona de Adviento. El morado se usa como símbolo de penitencia y preparación, pero el tercer domingo de Adviento, conocido como «Domingo Gaudete», se usa el rosa, que representa la alegría por la venida de Jesús.
El día en que Cristo se hizo hombre para redimir al mundo fue preparado por Dios durante siglos. La Iglesia participa y actualiza esta larga preparación en este tiempo específico de preparación a la Navidad.
La Navidad –el día en el que Cristo se encarnó para la redención del mundo- es el día en el que cambió el curso de la historia de la salvación. Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia, explica el significado de la Encarnación de esta manera: “Es evidente que el Hijo de Dios tomó nuestra condición y vino a nosotros no por un motivo insignificante sino por nuestro bien. Él se vinculó a nosotros, por decirlo de esta manera, tomando un cuerpo y un alma humana y naciendo de una Virgen, para poder darnos su Divinidad. De esta manera, Él se hizo Hombre para que el hombre se haga Dios” (Santo Tomás de Aquino, Las tres grandes oraciones, comentarios sobre la oración del Señor, el Ave María y el Credo de los Apóstoles).
En el Catecismo podemos leer: “La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la «Primera Alianza»(Hb 9,15), todo lo hace converger hacia Cristo; anuncia esta venida por boca de los profetas que se suceden en Israel” (Catecismo 522). En el Antiguo Testamento aparecen varias proclamaciones de este tipo: “Espere Israel al Señor, porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia: él redimirá a Israel de todos sus pecados.” (Sal 130, 7-8).
Este tiempo de espera y de preparación no se da sólo antes de la Encarnación sino que se da en cada año litúrgico y también en la actualidad. El Catecismo afirma: “Al celebrar anualmente la liturgia de Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador” (Catecismo, 524).
2. El Adviento es también un tiempo de preparación para la segunda venida de Cristo.
Como católicos, creemos que Cristo vendrá de nuevo al final de los tiempos y así lo profesamos en el Credo cada domingo: “Y vendrá otra vez con gloria a juzgar a vivos y muertos; Y su reino no tendrá fin” (Credo Niceno). Durante el Adviento nos preparamos para la venida de Cristo en Navidad, pero también recordamos que Cristo prometió volver. El Catecismo nos dice: “Celebrando la natividad y el martirio del Precursor, la Iglesia se une al deseo de éste: «Es preciso que él crezca y yo disminuya» (Jn 3, 30).” (Catecismo 524).
El Adviento es un tiempo de espera para la segunda venida, así como un reconocimiento de que seremos juzgados por Cristo por nuestras acciones y decisiones. Por esta razón el Adviento es un tiempo de arrepentimiento; esperamos con alegría la venida de Cristo, pero también buscamos el perdón por nuestros pecados para poder estar preparados. El Evangelio de Marcos proclama: “Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos.” (Mc 13, 35-36).
Fuente: Aleteia