¿Qué es la infalibilidad pontificia?
1. Fue el Concilio de Vaticano I quien definió la infalibilidad papal como una verdad de fe para los católicos.
En 1854, el papa Pío IX “declaró, pronunció y definió” el Dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Esto dio lugar a debate que se arrastra desde hace siglos: ¿María, es la “llena de gracia” fue preservada de todo pecado original?
Los Papas y el Concilio de Trento habían pedido dejar de lado esta pregunta, pero la devoción a la Inmaculada Concepción de la Virgen continuaba creciendo.
La medalla acuñada en millones de copias después de las apariciones de la Rue du Bac, en París en 1830, invoca a María “sin pecado concebida”. Y las peticiones instaron a que el Papa se pronuncie.
En 1849, el Papa escribió a todos los obispos para pedirles su opinión. Esta fue mayoritariamente a favor de una definición. Las cartas se conservan aún en el Vaticano, en una “librería” que es una obra maestra de orfebrería otorgada por Lourdes en 1877.
Gracias a las respuestas que le dieron, el Papa proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción en la fecha tradicional de la fiesta, el 8 de diciembre de 1854.
Menos de cuatro años después, la Virgen se apareció a Bernadette Soubirous y le reveló su nombre: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.
A pesar del carácter extraño de esta denominación -“Una mujer no puede llevar ese nombre”, dijo el sacerdote – las apariciones fueron reconocidas auténticas en 1862. ¿Por qué el Papa no hubiera percibido esta señal como una confirmación del dogma? Incluso Bernadette lo veía así.
Al mismo tiempo, el poder temporal del Papa disminuía en Italia, en marcha hacia su unidad política. La fe cristiana era cuestionada cada vez más por las diversas doctrinas. Parecía mucho más oportuno afirmar la autoridad doctrinal del Papa.
El Concilio Vaticano I votó en este sentido el 18 de julio de 1870. El 20 de septiembre, la ciudad fue tomada y el Concilio se suspendió.
El texto dice exactamente: “El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica, define una doctrina de fe o costumbres y enseña que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, … aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres.”.
La infalibilidad es aplicable sólo en condiciones muy restrictivas. Es necesario que el Papa se exprese como pastor universal: por lo tanto queda excluida la toma de posición sobre problemas particulares.
Cualquiera que sea la importancia de Lourdes, el Papa no comprometió su infalibilidad, aun si los papas sucesivos dieron muchas muestras de aprobación.
Pero después, fue necesario que él comprometa explícitamente su autoridad apostólica, aquella que posee como sucesor de Pedro: que excluye pronunciamientos personales y enseñanzas de circunstancias, incluso las más oficiales como las encíclicas.
Finalmente, es necesario que las “definiciones” toquen la fe y la moral: excluyéndose así las cuestiones políticas que temían los gobiernos de la época.
La infalibilidad del Papa es un aspecto de la infalibilidad de la Iglesia. Cristo prometió a sus discípulos enviar el Espíritu Santo que “os recordará todo lo que yo os he dicho” y que conduce “a la verdad completa” (Juan 14, 26, 16, 13).
Las mismas facultades fueron dadas por Cristo sólo a Pedro y al grupo de los apóstoles (Mat. 16, 19, 18, 18). El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, anunció la primera profesión de fe “esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vostros habéis crucificado, Dios lo ha constituido Señor y Mesías”.
Fue sobre Pedro, después de su profesión de fe, que Cristo prometió construir su Iglesia , sobre el cual las fuerzas del infierno no prevalecerían . El Señor oró especialmente por Pedro, para que no pierda la fe.
El texto del Concilio Vaticano II termina precisando que “las definiciones del Romano Pontífice son irreformables” y no necesitan el “consentimiento de la Iglesia”.
Las “definiciones” por naturaleza son “definitivas”, pero pueden ser siempre profundizadas, expresadas en un marco más amplio. No necesitan un consentimiento a posteriori: el consentimiento se expresa antes de la definición.
2. La infalibilidad papal tenía un número de oponentes en el mundo católico. Esto dio origen al cisma de los “Antiguos católicos”
Durante el Concilio, las discusiones sobre el tema fueron enérgicas. Ningún obispo discutió la autoridad especial del Papa: hacía ya más de dieciocho siglos que él la ejercía (ver el artículo “primacía”). ¿Pero se tuvo que llegar hasta “ la “infalibilidad”?
Algunos papas no habían tenido siempre una doctrina perfectamente fiable. ¿Cuáles son los límites y las condiciones para el ejercicio de este poder? ¿Se convertía esta en la autoridad doctrinal de los obispos, que también son doctores de la fe? ¿La infalibilidad, no crearía un nuevo cisma y aumentaría la brecha entre la Iglesia católica y las otras confesiones cristianas?
Los obispos trabajaron durante varios meses para responder a las objeciones y para evitar las interpretaciones maximalistas. Sin embargo, el décimo de los obispos abandonó Roma antes de la votación definitiva. Ninguno de los obispos hizo cisma.
Pero en 1889, un cierto número de comunidades cristianas se agruparon bajo el nombre de “antiguos católicos”. Su obispo estaba ya fuera de la iglesia mucho antes de la definición de la infalibilidad.
En 1870, el ecumenismo no estaba a la orden del día y, de hecho, la infalibilidad del Papa fue un punto de desacuerdo entre católicos y cristianos de otras confesiones.
Tras un siglo y medio de pruebas, globalización, creación indefinida de nuevas “iglesias”, el Concilio Vaticano II, el ejercicio de la Colegialidad entre el Papa y los Obispos, y las iniciativas ecuménicas como el “Grupo de Dombes”; el rol específico del Papa, su autoridad doctrinal, ya no es más un tema de tabú.
3. Desde 1870, la infalibilidad papal se llevó a cabo sólo una vez.
Estrictamente hablando, la infalibilidad del Papa se ha dado sólo una vez: para la definición de la Asunción a los cielos de la Virgen María, en el día de todos los santos, en 1950.
De hecho, el método fue exactamente el mismo que para el dogma de la Inmaculada Concepción. El papa Pío XII escribió a todos los obispos, haciéndoles dos preguntas: “¿Creen ustedes que la Asunción corporal de la Bienaventurada Virgen puede ser propuesta y definida un dogma de fe, ustedes, su clero y sus fieles, quieren esto?”
El Papa preguntó entonces sobre la legitimidad, pero también sobre la conveniencia de tal definición. Esta fue cuestionada por mucho tiempo tiempo. La celebración litúrgica se realizaba cada 15 de agosto. La aprobación fue por tanto amplia. Y derivó lógicamente de la Inmaculada Concepción.
La Constitución Apostólica del 1 de noviembre de 1950 es extensa: contiene todos los argumentos a favor de la definición. Pero la definición en sí misma es muy breve. En particular, esta no responde la cuestión de la transición de María de la tierra al cielo: ¿directamente o pasando por la muerte, como su Hijo?.
Por el contrario, los Papas nunca han querido definir a María como “Corredentora”, como algunos lo quisieran. Y tampoco han usado la infalibilidad para condenar la limitación artificial de nacimientos e incluso abortos. Podrían usarla para decir que sólo los hombres pueden ser ordenados sacerdotes y obispos en la Iglesia católica.
4. Los textos del Concilio Vaticano II no están cubiertos por la infalibilidad pontificia, a pesar de haber sido aprobados y promulgados por el Papa Pablo VI.
El uso de la infalibilidad es muy restrictiva. Es el grado máximo de autoridad que el Papa ejerce en los diferentes niveles de compromiso.
El papa Pablo VI usó su autoridad para “aprobar, detener, decretar y promulgar” “todos y cada uno de los puntos” de los textos aprobados en el Concilio Vaticano II.
Por la voluntad del papa Juan XXIII, el pliego de cargos del Concilio que él convocó no incluyó el proyectos de la “definición”.
Es un error deducir que el actual Papa o cualquier otro sucesor tenga que dar marcha atrás al Concilio Vaticano II. Tal como dijo el papa Benedicto XVI, se trata de interpretar correctamente y sobre todo ponerla en práctica.
Fuente: Aleteia