Sor María del Águila Mateos
1973, Alcalá de Guadaíra
27 años en el convento Santa Clara de Alcalá de Guadaíra
La superiora del convento Santa Clara, en Alcalá de Guadaira, habla rápido, tanto que es difícil tomar notas de lo que dice. Pero no importa, porque toda la atención es captada por su sonrisa, su entusiasmo rebosante y su alegría contagiosa.
Su vocación fue temprana: “desde los 13 años el Señor me estaba preparando, pero el flechazo fue a los 16”, durante un retiro mensual en el convento de las clarisas. “Cuando salí al patio me pregunté cómo sería la vida en un convento”, así que se acercó a las rejas y le preguntó a la hermana que allí se encontraba, sor Inmaculada, qué era necesario para ser monja: “Escuchar la llamada de Dios”. Lo tuvo claro, la inquietud que llevaba años sintiendo era la insistencia del Señor que “me pedía algo más”. Una semana más tarde cogía un taxi rumbo al convento: “recuerdo que no se lo dije a nadie, iba guapísima –comenta ligeramente avergonzada-, pero sobre todo muy ilusionada”. Desde entonces no pensaba en otra cosa que en entrar. Pese a sus prisas, sus padres y cardenal Carlos Amigo le pidieron cautela. Así que pasó el resto del curso yendo al convento sólo los fines de semana, hasta que una semana después de su Confirmación, a los 17 años, comenzó su postulantado.
“Las monjas no somos bichos raros”
Reconoce que el desprendimiento de la familia “fue difícil” pero “la felicidad que me daban las cosas de Dios llenaba con creces el vacío que me producía el mundo”. También Se refiere con cariño a su toma de hábitos: “todas mis amigas lloraban, pero yo estaba radiante, no me importaba despojarme de todo ni que me cortaran el pelo”.
Sus ojos aún brillan cuando habla de su vocación, no en vano, asegura sentirse tan feliz como el primer día y que su fidelidad no tiene más secreto que la oración y la escucha ante el Santísimo. “No soy yo, es Cristo el que vive en mí. Yo quiero dar la vida por Aquel que ha dado la suya por mí”. Esto es lo que la empujó a dar el salto a la vida religiosa y casi 28 años más tarde no se arrepiente, por eso invita a las jóvenes a conocer el carisma franciscano y “mostrarles que no somos bichos raros”.