Dios plantea sus acciones, en apariencia, contrarias a los pensamientos del hombre, ya que éste ajusta a su forma de ver cuanto le rodea, con mirada totalmente egoísta. Se habla hoy en las lecturas de no pensar en lo antiguo y de no aferrarse a tradiciones sin espíritu porque deshumanizan, y para demostrarlo, Dios realiza algo nuevo inconcebible para el ser humano pero precisamente en su beneficio.
“Abriré un camino en el desierto, corrientes en yermo…” para beneficiar a su pueblo.
San Pablo, rechaza su justicia, la suya, la que viene de la aplicación estricta de la ley lejos del espíritu de misericordia, por eso todo lo considera pérdida y su única ganancia es haber conocido a Cristo.
Es lo que le pasa a la adúltera. Con este hecho en su contra tiene la oportunidad de conocer a Cristo y ser perdonada a pesar de que es presentada por escribas y fariseos, que en aplicación de la ley, la llevan ante Jesús para, precisamente por esa ley entendida radicalmente, ajusticiarla por un pecado del que como se demuestra, ellos no estaban libres.
Con este hecho y ante Jesús, ponen de manifiesto su falta de humanidad; la falta de misericordia; la desconsideración hacia la mujer; el intento de coger a Jesús en un “renuncio” y además querer aparecer como personas justas sin mancha alguna.
“La justicia basada en la misericordia es el camino para lograr una vida digna a la que todo ser humano tiene derecho” (Documento. Sobre la Fraternidad Humana. -Papa Francisco y Al-Azhar al-Sharif. Viaje Emiratos Árabes 3-5 de febrero de 2019)
«Busco tu rostro; tu rostro busco, Señor»
“Míranos, Señor, escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Llena a plenitud nuestros deseos y seremos felices; sin ti todo es aburrimiento y tristeza. Ten piedad de nuestros trabajos y de los esfuerzos que hacemos por llegar hasta ti, ya que sin ti nada podemos. Enséñame a buscarte, muéstrame tu rostro, porque si tú no me lo enseñas no puedo buscarte. No puedo encontrarte si tú no te haces presente. Te buscaré deseándote, te desearé buscándote; amándote te encontraré, encontrándote te amaré”. (San Anselmo 1033-1109)
EL VIAJE DE HAYOUBA
Cada año miles de migrantes llegan a España buscando nuevas oportunidades o una salida a la realidad de violencia, pobreza o injusticia que viven en su país de origen. La mayoría de ellos viajan solos en una ruta larga y peligrosa. Muchos son menores de edad.
Ese es el caso de Hayouba, un joven de 17 años y de Burkina Faso, cuyo viaje de casi cuatro años le llevó por Níger, Argelia, Marruecos, Melilla, Sigüenza y Sevilla.
Ahora vive en un piso de Cáritas compartido. Nos cuenta su historia. “Mi familia es muy pobre; mi padre es ciego y mi madre muy mayor. Somos cinco hermanos. Yo nunca pude ir al colegio, y a los diez años empecé a trabajar en una mina de oro. Solo nos pagaban si lo encontrábamos»
De la mina a la valla
Después de tres años de trabajo infantil en condiciones de explotación, partió de su país natal para “buscar una vida mejor”. Tras unos meses en Níger, llegó a Argelia donde vivió en una casa con otras 45 personas y trabajó como albañil. El dinero apenas le daba para vivir –“la situación era igual que en Burkina”, dice–; sobre todo cuando enfermó y no tenía ni para comprar medicamentos.
Por eso, emprendió de nuevo el camino a través del desierto hasta Marruecos.
“Yo pensaba que Marruecos sería mejor que Argelia, pero desde el primer día me di cuenta de que era mucho peor; allí estuve dos años y medio viviendo en un bosque y durmiendo en cuevas. Jamás dormí en una casa ni comí una buena comida. La policía me detenía mientras pedía dinero en la calle y me llevaba a la cárcel durante una o dos semanas. A veces nos cogían en el bosque o saltando la valla de Melilla y nos pegaban o nos enviaban lejos de la frontera con España”, cuenta Hayouba.
En ese tiempo, el joven no veía salida y se sentía atrapado en una vida de extrema exclusión; “Quería volver a Argelia, pero la frontera entre los dos países está vallada como la de Melilla.
Su única opción era llegar a España.Cogió una patera dos veces e intentó saltar la valla, algunas más. A la quinta llegó la vencida. “Nos juntamos un grupo de 400 personas, y 125 conseguimos llegar a Melilla”. Ese le hizo sentirse “muy feliz”, pero no sabía que el viaje todavía no había terminado. Antes de recalar en Sevilla, donde lleva varios meses viviendo, estuvo un breve periodo de tiempo en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla y en Sigüenza.
La travesía continúa por los juzgados
El periplo de Hayouba por España no es solo geográfico; más duro es el burocrático al que los menores se enfrentan solos y desprotegidos: oficinas de policía, centros de migrantes, juzgados, servicios sociales… Los chavales, que ni siquiera hablan español, se ven atrapados en un laberinto de papeleo y trabas para conseguir los papeles.
Cáritas Sevilla le está ayudando en este proceso que es difícil y lento. “Mi situación es irregular. Tenemos que demostrar que soy menor, pero nunca tuve una partida de nacimiento y en cualquier momento me pueden devolver a Burkina”, explica.
“En Cáritas me siento protegido. Comparto un piso con otros compañeros,voy a clase de español, aprendo guitarra y estoy haciendo un curso de mantenimiento de edificios. Me gustaría conseguir un empleo de electricista o pintor, aunque cualquiera estaría bien. Estoy muy contento Sevilla”.