Tras conocer los diversos elementos de la Misa, iniciamos el recorrido por los ritos iniciales de la Misa, como siempre, con la ayuda de la nueva edición del Misal romano.
Los ritos que preceden a la liturgia de la Palabra, es decir, al canto de entrada, el saludo, el acto penitencial, el ‘Señor, ten piedad’, el Gloria y la oración colecta, tienen el carácter de exordio, introducción y preparación. Su finalidad es hacer que los fieles reunidos constituyan una comunión y se dispongan a oír como conviene la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.
En algunas celebraciones que, según las normas de los libros litúrgicos, se unen con la misa, se omiten los ritos iniciales o se realizan de un modo peculiar.
Canto de entrada
Reunido el pueblo, mientras entra el sacerdote con el diácono y los ministros, se comienza el canto de entrada.
El fin de este canto es abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se han reunido e introducirles en el misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta y acompañar la procesión de sacerdotes y ministros.
Si no hay canto de entrada, los fieles o un lector recita la antífona que aparece en el Misal. Si esto no es posible, la recita el sacerdote mismo, quien también puede adaptarla a modo de monición inicial.
Saludo al altar
El sacerdote, el diácono y los ministros, cuando llegan al presbiterio, saludan al altar con una inclinación profunda. Después, el sacerdote y el diácono lo besan como signo de veneración; y el sacerdote, según los casos, inciensa la cruz y el altar.
El altar recibe el saludo de todos y es besado e incensado por el sacerdote ya que en el altar se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales, y es, además, la mesa del Señor, para cuya participación es convocado en la misa el pueblo de Dios; es también el centro de la acción de gracias que se realiza en la Eucaristía. Es conveniente que en toda iglesia haya un altar fijo, que significa de modo claro y permanente a Cristo Jesús, Piedra viva (1P 2, 4; cf Ef 2, 20).
Saludo al pueblo congregado
Terminado el canto de entrada, el sacerdote va a la sede. La sede significa el oficio del sacerdote de presidir la asamblea y dirigir la oración. En la iglesia principal de la Diócesis está la sede del Obispo que se llama Cátedra (por eso la iglesia se llama Catedral), porque desde ahí enseña al pueblo a vivir el Evangelio de Cristo.