¿Sabes que santa murió con una sonrisa en sus labios?
Hoy se celebra la santa de Sevilla, Santa Ángela de la Cruz, que nació en Sevilla el año 1846, de familia numerosa y pobre, trabajadora y piadosa. Desde muy joven trabajó en un taller de zapatería, a la vez que se entregaba al servicio de los más pobres y marginados. Bajo la guía de un experto confesor, el P. Torres, intentó hacerse religiosa, hasta que comprendió que el Señor la llamaba a fundar una congregación, la Compañía de Hermanas de la Cruz, que, viviendo en gran austeridad, atendían a enfermos y menesterosos. A pesar de no tener estudios, dejó escritos de gran profundidad. Su vida y espiritualidad tienen rasgos franciscanos muy marcados.
El 7 de junio de 1931 sufrió una grave embolia cerebral, después de hacer sus oraciones y oír misa, camino del refectorio para desayunar. Sus últimas palabras fueron: “No ser, no querer ser; pisotear el yo, enterrarlo si posible fuera”. La humildad, la humildad siempre. Después de pronunciarlas estuvo nueve meses sin poder hablar, mientras esperaba con resignación que le llegara el momento de visitar la Casa del Padre. Le había pedido a Dios que le dejara un año de preparación para la muerte. En sus Papeles de Conciencia en 1875, a modo de testamento, señalaba cómo deseaba su camino hacia el Señor: “Es mi voluntad que en mi última enfermedad no me asista ningún médico…que no me muevan de la tarimita…que me dejen como esté vestida…que así expire, llamen a los sepultureros… poniéndome en la caja más vieja y mala que encuentren…y que nadie me acompañe…y cuando se enteren que la hermana Ángela ha estado mala, que ya esté yo enterrada. Es mi última voluntad, no obstante, para ser obediente hasta después de mi muerte, entrego mi cuerpo a la obediencia”. No podrían cumplirse la mayor parte de estas cláusulas, salvo la de la obediencia final.
Falleció el miércoles 2 de marzo de 1932 a las tres menos veinte de la madrugada. Abrió los ojos, alzó sus brazos hacia el cielo y suspiró en tres ocasiones, al tiempo que mantenía una dulce sonrisa en los labios.
Sevilla se despertó esa mañana con la triste noticia. En toda la ciudad se anunciaba que acababa de morir una santa. Una gran muchedumbre se agolpó a las puertas del convento desde primera hora. Al alba las hermanas habían bajado el cuerpo de Madre y lo habían situado en la capilla, sobre la misma tarima donde falleció. En la celebración matinal no hubo lectura de meditación. No hacía falta. El cuerpo de sor Ángela era la mejor reflexión para todas las hermanas. Se abrieron las puertas para los fieles. Y el pueblo quiso despedirla en procesión sin fin hasta las diez de la noche. Y así desde el miércoles hasta el sábado de esa semana. Se calcula que más de 70.000 personas desfilaron ante el cuerpo de sor Ángela.
El sábado estaba previsto el entierro. En caso de corrupción del cadáver durante los tres días que estuvo expuesto públicamente, los responsables médicos tenían instrucciones de embalsamarlo, pero milagrosamente, no fue necesario. Sor Ángela continuaba como dormida, con una dulce sonrisa en los labios. Presididas por el cardenal Ilundáin, con la presencia de una representación del Ayuntamiento republicano y muchas personalidades de la ciudad, se llevaron a cabo las exequias y se le dio sepultura en la cripta del convento. Sobre su féretro, unas flores de última hora: un ramo de los más hermosos claveles que un obrero había podido comprar con su jornal diario. Ese día se quedaría sin comer, por las flores. Con lágrimas en los ojos, recordaría en cuántas ocasiones las hermanas de la Cruz le habían socorrido y le habían dado un plato de comida.
Beatificación y canonización
El 5 de noviembre de 1982, Su Santidad el Papa Juan Pablo II la beatificó en el transcurso de una eucaristía, en su visita a Sevilla. La fórmula de la beatificación fue “Nos, declaramos que la venerable sierva de Dios Ángela de la Cruz Guerrero y González, fundadora de la congregación de las hermanas de la Compañía de la Cruz, de ahora en adelante podrá ser llamada beata”. Esa misma tarde el Papa visitó la Casa Madre y rezó frente a su tumba. El Santo Padre se arrodilló ante la misma hornacina donde hoy puede contemplarse su cuerpo incorrupto.
El 20 de diciembre de 2002, la Iglesia aprueba el milagro atribuido a sor Ángela consistente en la curación de un niño que sufría obstrucción arterial de la retina de un ojo, y que recuperó repentinamente la visión.
Veintiún años después de la beatificación, el 4 de mayo de 2003, Su Santidad el Papa Juan Pablo II vuelve a España para canonizarla en Madrid, en la Plaza de Colón, con el nombre de Santa Ángela de la Cruz, junto a otros cuatro beatos españoles.
Fuente: https://www.hermanasdelacruz.org/