Lectura del santo evangelio según san Juan (19,31-37):
En aquel tiempo, los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.»
Comentario
Le traspasó el costado
Del costado de Cristo nace su Iglesia. De su corazón traspasado en la cruz brota al punto agua y sangre: el bautismo y la eucaristía, dos de los tres sacramentos de la iniciación cristiana. La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús que hoy celebramos nos lleva precisamente al misterio de la efusión del agua mezclada con la sangre de Cristo cayendo sobre la cabeza de su Iglesia, representada en ese terrible momento del Calvario por la Virgen María, las mujeres y el discípulo Juan. Es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo el que sangra por la redención del rebaño completo. Todas las profecías se han cumplido como recuerda el evangelista. Gracias a esa efusión de agua y sangre brotando del corazón sacratísimo es como entendemos cabalmente la primera lecutra del profeta Oseas, cuando Dios Padre habla con infinita ternura a su pueblo: «Se me revuelve el corazón, se me conmueven las entrañas». ¿Por qué? El mismo profeta nos da la explicación correcta: «Soy Dios y no hombre, santo en medio de ti, y no enemigo a la puerta».