Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,23-26):
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera.»
Comentario
Me encanta esta palabra. Minucia. Como segunda acepción, la RAE conserva su etimología más eclesial: la que designaba los diezmos que como pie de altar (pago a la Iglesia) se pagaba de las frutas y producciones de poca importancia. El diezmo por la menta, el anís y el comino -sinónimo entre nosotros de algo sin valor que nos importa precisamente eso, un comino- no debía ser nada importante. Y la requisitoria de Jesús en el Evangelio de hoy invita a no quedarse en las minucias. No dice que se abandonen, ni que se dejen de pagar, pero invita a priorizar. Que es muchas veces la asignatura que nos falta para aprobar Primero de Amor Fraterno por mucha sabiduría humana que atesoremos. Y antes de las minucias, van ni más ni menos que el derecho, la compasión y la sinceridad. «Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello», dice Jesús. Lo fundamental, lo primero; las minucias, lo último. Pero nuestra propia vida inconsecuente está construida sobre minucias, nimiedades y cosas sin importancia mientras descuidamos lo fundamental. No estaría mal abrir las «Confesiones» de San Agustín, hoy que celebramos su memoria, para entender cómo se construye una vida sobre lo importante y no sobre lo accesorio.