“Haz, Señor, que ardamos en caridad y encendamos un fuego de amor por donde pasemos”

San Antonio de Claret nace el 23 de diciembre de 1807 en Sallent (Barcelona), en el seno de una familia profundamente cristiana. Desde pequeño dos amores destacaban en él: la Eucaristía y la Virgen, y vivía con la ilusión de ser sacerdote. Toda su juventud transcurre trabajando en el taller textil de su padre hasta que decide con 21 años ser sacerdote e ingresa en el seminario.

Una vez ordenado sacerdote se entregó en cuerpo y alma a sus quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes dificultades que le suponía el ambiente hostil de su ciudad natal. Su caridad no tenía límites, por eso, los horizontes de una parroquia no  satisfacían el ansia apostólica de Claret. Consultó y decidió ir a Roma a inscribirse en “Propaganda Fide”, con objeto de ir a predicar el Evangelio a tierra de infieles. Ya en Roma, Claret hizo los ejercicios espirituales con un  padre de la Compañía de Jesús y se sintió llamado a ingresar como novicio jesuita. Pero después de tres meses abandona el noviciado y regresa a España aquejado de una enfermedad.

Una vez en España es destinado a Viladrau, un pequeño pueblo de Gerona. En julio de 1841 recibe de Roma el título de Misionero Apostólico. A partir de entonces su trabajo fue misionar. Claret, con residencia en Vic, siempre a pie, con un hule, su hatillo y su breviario, caminaba por la nieve o en medio de tormentas, hundido entre barrancos y lodazales. Se juntaba con arrieros y comerciantes y les hablaba del Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas quedaron grabadas en todos los caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida, Barcelona y las iglesias de otras ciudades se abarrotaban de gente cuando hablaba el P. Claret.

Estuvo 15 meses en Canarias de misionero, hoy es Copatrono de la Diócesis de Canarias junto con la Virgen del Pino. Poco después de llegar de Canarias, el 16 de julio de 1849, en una celda del seminario de Vic funda la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María.

A los 42 años es nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba. Fue un arzobispo evangelizador por excelencia y renovó todos los aspectos de la vida de la iglesia. Después de seis años en Cuba lo llaman de Madrid para confesor de la Reina Isabel II. En sus once años en Madrid su actividad en la Corte fue intensa y continuada.  También aprovechó las giras de la Reina por España para desarrollar un intenso apostolado. Su recorrido por el sur fue de un entusiasmo extraordinario llegando a predicar en un solo día 14 sermones.

La Reina lo nombró Presidente del Monasterio de El Escorial para su restauración. Con la restauración material emprendió la espiritual. Creó una verdadera Universidad eclesiástica e hizo de este monasterio uno de los grandes centros de España.

A pesar de llevar una vida tan intensa en el ministerio apostólico, Claret escribió unas 96 obras propias y otras 27 editadas. Aún sacerdote fundó la Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, cuya finalidad era la de mantener permanentemente la difusión de los libros. Una de sus obras más geniales fue la fundación de la Academia de San Miguel donde agrupó a las fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo y las organizaciones católicas.

El 18 de septiembre de 1868 se produjo el destronamiento de la reina Isabel II. El padre Claret marchaba el día 30 con la familia real al destierro en Francia. Ya en 1869, se separa definitivamente de la reina y marcha a Roma. Participó en Roma en el Concilio Vaticano I, siendo el único Padre asistente a aquel Concilio que ha llegado a los altares.

San Antonio de Claret muere a los 62 años de edad, el 24 de octubre de 1870 en el destierro. Más tarde sus restos fueron trasladados a Vic donde se veneran. El 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó santo en un día en que se refirió a él así: “

«San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios».

En Sevilla,en el Barrio de Heliópolis, tenemos el Colegio Claret, fundado en 1940 por los misioneros Claretianos P. Mariano Mediavilla, P. Dimas Gómez y P. Manuel Mallén. El Colegio Claret ha escrito brillantes páginas durante su larga trayectoria y ha sido capaz de adaptarse a las sucesivas reformas educativas, adoptando las pedagogías más modernas, con un singular Proyecto Educativo de educación integral, que trata de transmitir los valores cristianos.

En la Parroquia de San Antonio María Claret de Sevilla encontramos al santo en el presbiterio, el cual el 24 de octubre, fecha de su festividad, saldrá en procesión recorriendo las calles de la feligresía, organizado por la Comunidad Claretiana.

 

 

 

 

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