Hoy 10 de julio es la festividad de San Cristóbal, un santo muy querido entre el gremio de los transportistas y entre todos los viajeros en general.
Y un año más, el primer domingo de julio, la Conferencia Episcopal Española ha celebrado la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, coincidiendo con la primera operación salida en las carreteras por las vacaciones de verano.
El lema escogido de este año ha sido:
Yo soy el camino, la verdad y la vida (San Juan 14,6)
Muy acorde con las circunstancias y con nuestro protagonista, quien ayudaba en el camino a todo viajante.
Sin embargo, no es fácil saber quién fue San Cristóbal, cuyo nombre, como desvelaremos más adelante, resulta revelador y enigmático al mismo tiempo.
Por un lado, está la figura de San Cristóbal de Licia y por otro lado, está la leyenda.
En el caso de que se quiera conocer al personaje histórico, se habla de un predicador de Licia (región del Asia Menor, actual Turquía), quien fue encarcelado por ello a órdenes del Rey Dagón en la época del Emperador Decio, en el siglo III. Siguió predicando y se convertían alrededor, incluso dos cortesanas que le enviaron y según la tradición el propio rey y la nación entera. Sometido a torturas de las que se libraba, obró el milagro cuando una flecha se clavó en el ojo del prefecto y le urgió a untarse su sangre. Por eso también es el patrono de la vista. Finalmente fue degollado, de ahí que sea un santo mártir.
A su muerte se le recuerda como un hombre fornido y así surge la leyenda, aderezada por los escritos de Jacobo de la Vorágine, creador de la Leyenda áurea, recopilación de relatos hagiográficos de contenido fabulesco.
Según la leyenda medieval, hubo un gigante que quiso conocer al más poderoso de la tierra. Conforme iba conociendo a los reyes, se daba cuenta que siempre había quien lo superaba hasta que uno se asustó ante el diablo. Entonces decidió acompañar al diablo el cual se apartó de una cruz que vio en el camino. Al preguntarle, el diablo le dijo que el que había muerto en la cruz tenía más poder que él. Decidido a encontrar a Cristo, se apostaba en los ríos preguntando a todo viajero.
Al principio la gente se atemorizaba al verlo en los bosques pero pronto corrió la voz de que aquel gigantón todo lo que tenía de grande en altura, lo tenía de grande en bondad.
Mientras ayudaba a los caminantes y peregrinos que necesitaban cruzar un río y las aguas se lo impedían, gustaba de enseñar el mejor vado y a quien no pudiera hacerlo, él se brindaba a cargar con la persona.
Un día, un niño requirió de sus favores y él, solícito, lo cogió y lo sentó sobre sus hombros. Al ser un menor no pensé en preguntarle por Cristo. Aunque el río no era muy caudaloso ni el recorrido muy extenso, San Cristóbal notó que aquel niño cada vez pesaba más y le era más arduo atravesar las aguas turbulentas.
Se entabla un diálogo entre el gigante y el chiquillo, extrañado por el peso, el Niño Jesús le revela que el peso que soporta Él, es el peso de todos los pecados. Y así le dice: «Me buscabas y me has encontrado, desde entonces serás conocido como el que lleva a Cristo».
Efectivamente, el nombre de Cristóbal en latín es Christophoros, con ese significado. Se desconoce cuando se le empezó a llamar así y su origen, pero el significado no puede ser más revelador.
La aplicación del Concilio Vaticano II al calendario litúrgico conllevó una actualización del santoral. Se eliminaron algunos de dudosa existencia, si bien se permitió su culto, especialmente donde tenía mayor arraigo.
Una de las hermandades de penitencia de Jerez es la Hermandad del Transporte. Y entre Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María está la Sierra de San Cristóbal. En esa sierra se encuentra precisamente la cantera de donde se extrajeron los sillares para construir nuestra catedral. La fecha de 8 de julio del año 1401, aunque actualizada por los historiadores a los años treinta del siglo XV, se considera la efeméride del inicio de su construcción.
Aquellos viajeros que no peregrinaban internándose en los ignotos bosques medievales, sino que se movían de ciudad en ciudad, se encomendaban al santo al arranque del recorrido. La premura que suele acompañar los viajes les hacía valorar el tiempo y así empezó la costumbre de asomarse a una iglesia y rezarle al santo desde la puerta.
Y además se extendió la milagrosa promesa de que, quien viera a san Cristóbal, ese día no moría. Dice el refrán: «Si del gran San Cristóbal vemos su retrato, ese día la muerte no ha de darnos mal trato». Así se resguardaba del temor de la época a morir sin confesión. Una continuación piadosa de la promesa asegura que si ese día has confesado, comulgado y estás en gracia con Dios, San Cristóbal te conduce al Cielo.
Conociendo la leyenda y el fervor de sus devotos, ahora entenderán porqué la iconografía y ubicación de san Cristóbal son tan peculiares.
Dado su colosal tamaño, no suele representarse en lienzos y se opta por frescos en el mural. Encontraremos los Cristobalones en paredes contiguas a las puertas del templo. Basta asomar la cabeza y rezarle antes de emprender una ventura travesía.
En Sevilla el más representativo es el de la Catedral de Sevilla, obra manierista de Mateo Pérez Alesio, de 1583. Por eso la puerta donde se encuentra es la Puerta de San Cristóbal, apodada Puerta del Príncipe porque se realiza coincidiendo con el nacimiento del Rey Alfonso XII. Evidentemente no se llama así porque esté enterrado al lado Cristóbal Colón.
Su tamaño no impidió que se le representara en esculturas. Aquí fue el gremio de guanteros quien lo encarga a Juan Martínez Montañés. Por el carácter preventivo que envuelve al santo, se le invoca en algunas enfermedades como la del panadizo o inflamación del dedo, de ahí este vínculo.
Contamos con una de las mejores obras de Montañés, la primera documentada en Sevilla, del año 1597. Causó gran impacto entre los sevillanos que descubren entonces al llamado Lisipo andaluz.
Entre los años 50 y 70 se tenía por costumbre bendecir los vehículos y organizar una procesión motorizada al Parque de María Luisa con el santo en jeep. Y no podemos olvidar que es el patrón de Burguillos.
Con mis mejores deseos para que todos vosotros tengan un buen verano y que al final de éste, todos estén en sus casas, bajo la protección de san Cristóbal de Licia, mártir.
Virginia López
Foto 1 San Cristóbal. Ermita de San Juan de Letrán (Lebrija). Antonia Rodríguez Sánchez de Alva (1853)
Foto 2 San Cristóbal. Parroquia de Señora Santa Ana (Sevilla). Alonso Vázquez (1590)