San Manuel González nació en Sevilla y concluyó sus días en Palencia, donde reposan sus restos en la capilla del Sagrario de la Catedral. Como sacerdote (ordenado en 1901), ejerció su ministerio en Sevilla y Huelva. Fue Obispo de Málaga (consagrado en 1916) y de Palencia.
Fundó obras sociales en Huelva y construyó un nuevo seminario en Málaga. En 1931, tras ser incendiada su residencia, dejó Málaga y rigió la Diócesis de Gibraltar y Madrid. En 1935, Pío XI le asignó la sede palentina; allí consumó la ofrenda de su vida a imagen del Buen Pastor, sin perder la bondad en la mirada y la sonrisa en los labios.
En 1902, en la parroquia de Palomares del Río, recibió la gracia que polarizaría toda su vida. Él mismo cuenta: «Fuime derecho al Sagrario. Ahí mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, que me miraba, que me decía mucho y me pedía más, una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del Evangelio: lo triste de no tener posada, de la traición, de la negación, del abandono de todos».
Luego de esta experiencia mística, el 4 de marzo de 1910, fundó en Huelva la primera rama de la Familia Eucarística Reparadora (formada por laicos, consagrados y sacerdotes), con el fin de dar y buscar una respuesta de amor a Cristo Eucaristía. Fundó también dos revistas de acción eucarística: «El granito de Arena» (para adultos) y «RIE» (para los niños), y escribió libros de oración, formación sacerdotal y catequesis.
«Para mis pasos yo no quiero más que un camino, el que me lleva al Sagrario, y yo sé que ando por este camino encontraré hambrientos y pobres de muchas clases… y haré descender sobre ellos la alegría de la Vida». Estas palabras trazan el perfil del nuevo santo. Con razón el Papa San Juan Pablo II lo propuso como «modelo de fe eucarística».
Que quisiéramos a Jesús en el Sagrario, ese fue el objetivo de toda su vida, y a eso nos sigue enseñando, pues Don Manuel está enterrado debajo del Sagrario de la Catedral de Palencia, con una lápida blanca y sencilla que recoge el epitafio que él mismo escribió: “Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, esté siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí esta Jesús!, ¡Ahí está! ¡No dejadlo abandonado!”. Fue canonizado por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016.
Aciprensa.-