Sangre y Agua es lo que san Juan vio salir del costado herido por la lanza, de Jesús muerto ya en la Cruz, corriendo por todo su cuerpo desnudo hasta empapar la tierra. Sangre y Agua lo que vio santa Faustina Kowalska en la visión que tuvo de Jesús.
Sangre y Agua como rayos saliendo de la abertura de la túnica esplendorosa a la altura del pecho hasta la tierra oscurecida, de un Jesús lleno de luz.
Así le pidió ser pintado y venerado para la Fiesta de la Misericordia, el segundo domingo de Pascua y cierre de la gran Octava. Si la devoción al Sagrado Corazón de Jesús lleva a introducirnos dentro de Él, venerar e intimar en lo profundo de su Amor humano.
La Misericordia es ese Amor mismo de Jesús que sale como una Fuente divina y humana para derramarse sobre nosotros. Es el sentido y fin de todo lo vivido en la Pascua. El regalo del Bautismo, de la Eucaristía, de la comunidad reunida hecha Iglesia y luz para el mundo. Es, en fin, el abrazo con el Padre Misericordioso a través de la confianza en todo lo que Jesús ha realizado para devolvernos la Gloria que perdimos. La fiesta litúrgica, la imagen, la Coronilla, el minuto de la Misericordia, y todas las devociones en torno a esta fiesta, es, en definitiva, una alabanza al Amor del Padre que nos lo ha dado todo para decirnos, como el Hijo, que nos ama con locura.
Hermana Anastasia, Hija del Amor Misericordioso