El 28 de marzo de 1515, en la localidad de Gotarrendura de la provincia de Ávila, comunidad de Castilla y León, nace Santa Teresa de Jesús, (Teresa de Cepeda Dávila y Ahumada), hija de Don Juan Sánchez de Toledo e Inés de Cepeda, creció en el seno de una numerosa familia.
Teresa siendo niña es aficionada junto a su Hermano Rodrigo, un año mayor, a la lectura de libros de caballeros, conquistadores y otras aventuras, imaginándose ella misma con unos años más, partícipe de alguna de esas grandes gestas.
En 1528 a la edad de trece años, Teresa se queda huérfana de madre, sus hermanos y hermanas poco a poco van emprendiendo el camino de las Indias Occidentales, tres años después, en 1531 su padre decide internarla en el Colegio de Santa María de Gracia, dirigido por las monjas agustinas, donde pasaría un año.
Hay poca información de la enfermedad que afectó a Teresa poco más tarde, lo cierto es que su Hermana María se hizo cargo de ella, trasladándose a vivir a Castellanos de la Cañada.
Por aquel entonces ya mostró interés por ingresar en el Convento de la Encarnación de las Monjas Carmelitas con la complicidad de su tío y su hermana, aunque tenía una gran lucha interna, se quería convencer de que quería ser monja pero su padre se oponía totalmente, llegando a decir que no lo consentiría mientras el viviera. Así las cosas, en 1536 Teresa abandona la casa de su padre e ingresa en el Convento de la Encarnación.
Al entrar al convento su salud empeoró, sufriendo alguna cardiopatía y desmayos frecuentes, ella fue sellando su convencimiento de vida consagrada con interminables retiros en su celda y horas de rezos y abstinencia de cualquier cosa mundana; así entendía ella que sus conversaciones con Dios debían ser.
Su padre se la lleva de nuevo a su casa tras dos años de larga enfermedad para darle cuidados médicos, no mejora y desemboca tras grandes convulsiones en varios días inconsciente, dándola ya los médicos por muerta, a los cuatro días despierta, quedando paralítica, sufriendo grandes dolores por un periodo de dos años, recuperándose muy lentamente. En 1539 ingresa definitivamente en el Convento de la Encarnación, aunque todavía con secuelas y debiendo usar muletas, hasta tres años después cuando ya se podía valer por sí misma.
La vida conventual de Santa Teresa tiene por entonces bastantes comodidades, como una amplia celda y bonitas vistas, además el convento goza de un régimen de visitas al locutorio, y además ella misma, igual que el resto de hermanas, podían salir del convento en algunas ocasiones. Esto que al principio le es beneficioso al tener cierta vida social termina por no gustarle.
En 1541 tras el fallecimiento de su padre, ella termina abandonando la oración, según su testimonio posterior, en 1542 se le apareció Jesucristo en el locutorio y con carácter airado le reprendió su carácter y trato familiar con los seglares.
No sería hasta varios años después cuando la monja realizara su conversión definitiva hacia 1554, contando ya con 39 años de edad, comienzan entonces sus estados sobrenaturales, recibiendo muchas visiones y experiencias místicas.
En 1555 se fundó el Colegio de la Compañía de Jesús, El Jesuita Baltasar Álvarez fue por años su confesor, que la llevó por senderos de perfección.
En 1558 tuvo una visión del infierno que la marcarían para siempre en su deseo de perfección y rigor que le llevan a la reforma de la orden del Carmelo.
Fundó en total 17 conventos: Ávila (1562), Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Pastrana (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas de Segura (1575), Sevilla (1575), Caravaca de la Cruz (1576), Villanueva de la Jara (1580), Palencia (1580), Soria (1581), Granada (1582) y Burgos (1582), en el año de su muerte.
Según el biógrafo Francés Pierre Boudot.
“En todas las páginas (del libro de su vida) se ven las huellas de una pasión viva, de una franqueza conmovedora, y de un iluminismo consagrado por la fe de fieles. Todas sus revelaciones atestiguan que creía firmemente en una unión espiritual entre ella y Jesucristo; veía a Dios, la Virgen, los santos y los ángeles todo su esplendor, y de lo alto recibía inspiraciones que aprovechaba para la disciplina de su vida interior. En su juventud las aspiraciones que tuvo fueron raras y parecen confusas; sólo en plena edad madura se hicieron más distintas, más numerosas y también más extraordinarias. Pasaba de los cuarenta y tres años cuando por vez primera vivió un éxtasis. Sus visiones intelectuales se sucedieron sin interrupción durante dos años y medio, entre 1559 y 1561. Sea por desconfianza, sea para probarla, sus superiores le prohibieron que se abandonase a estos fervores de devoción mística, que eran para ella una segunda vida, y la ordenaron que resistiera a estos arrobamientos, en que su salud se consumía. Obedeció ella, mas a pesar de sus esfuerzos, su oración era tan continua que ni aun el sueño podía interrumpir su curso. Al mismo tiempo, abrasada de un violento deseo de ver a Dios, se sentía morir. En este estado singular tuvo en varias ocasiones la visión que dio origen al establecimiento de una fiesta particular en la Orden del Carmelo.”
Hacia 1559
“Vi a un ángel hacia el lado izquierdo en forma corporal… No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos, que parece todos se abrasan… Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas: al sacarle me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal, sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento… Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado.”
Vida de santa Teresa, cap. XXIX
En 1561 con la ayuda del dinero que le envió uno de sus hermanos desde Perú fundó en Convento de San José. Teresa quería fundar en Ávila un monasterio basado en tres reglas fundamentales: pobreza, soledad y silencio.
En agosto de 1562 tomaron el hábito 4 novicias de la nueva Orden de las Carmelitas Descalzas de San José. Tras grandes alborotos en Ávila, la Santa regresó al Convento de la Encarnación, y posteriormente volvió al de San José, allí con la reforma de la orden se vivía con gran austeridad, ayuno y abstinencia de comer carne, Teresa fue una más y no quiso distinción de entre las demás.
En su vida tuvo que sufrir denuncias a la inquisición como la de la Princesa de Éboli por el “Libro de su Vida” y muchas calumnias que casi la llevan a un convento de América. Falleció el 4 de octubre de 1582 en Alba de Tormes, enterrándose en la basílica de Santa Teresa.
Pertenece a la Orden de Nuestra señora del Monte Carmelo. Fue Beatificada el 24 de abril de 1614 por Paulo V y Canonizada el 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV
Su festividad es el 15 de octubre, además también se celebra los días 26 y 27 de agosto con la Transverberación de Sta. Teresa (Vetus Ordo) y (Novus Ordo).
Patrona de los Escritores.
Francisco José Álvarez.