En las lecturas de este domingo 2º de Cuaresma aparece la invitación que Dios nos hace para que entendamos que Él nos da la oportunidad, dentro de nuestras debilidades, de contar con nosotros.Y en nosotros está que nuestra respuesta sea afirmativa, con todos los inconvenientes que el mundo nos pueda ir poniendo, pero hemos de estar seguros que desea nuestra entrega a Él.
“Dios sacó afuera a Abrán y le dijo “Mira al cielo, y cuenta las estrellas si puedes contarlas”. Y añadió “Así será tu descendencia” (Génesis 15).
San Pablo lo reafirma en su carta a los Filipenses, 3, cuando indica “Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en nosotros”. Sigue diciendo que lo que no podemos permitirnos es que solo anhelemos las cosas terrenas, sabiendo que somos ciudadanos del cielo.
Vemos a lo largo de nuestra vida, como creyentes, que Dios nos llama a pesar de nuestras debilidades como lo hizo con Pedro, Juan y Santiago y muchas veces nos atraen más los gustos del mundo dejando pasar los actos maravillosos que podemos hacer sin apreciar lo que nos ha dado.
De esta forma no somos capaces de cumplir la misión, como escogidos de Él. Al igual que les pasó a los tres discípulos, que no supieron apreciar la transfiguración en su integridad al quedarse dormidos. Igual nos pasa a nosotros.
En muchas ocasiones nos perdemos lo que Él desea que veamos para que nos movilicemos, y cuando nos damos cuenta, como le pasó a Pedro, se nos ocurren actitudes disparatadas que normalmente está orientadas a nuestro beneficio.
Aun así, Él, que desea con su llamada que lo acompañemos, como hizo con los tres discípulos al darles un trato preferente, en lugar de echárselo en cara cuando le dice: “¡Maestro que bueno es que estemos aquí!”, no les recrimina, aceptando sus debilidades. Eso no suele pasar en nuestras vidas. Humanamente nos hubiésemos distanciado de amigos que hubiesen actuado así. Sin embargo Él los sigue, y nos sigue, tratando como siempre, con amor.
“Salgamos, salgamos a ofrecer la vida de Jesucristo…prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida.
Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ¡Dadles vosotros de comer! (Evangelii Gaudium, 49)
«SER POBRE ENTRE LOS POBRES»
Si sueñas una noche en ser pobre,
entre millones de personas pobres,
en los países pobres de la tierra,
abandona tu casa confortable
y construye una choza
con nervios de palmera revestidos de arcilla.
Ponle un techo de paja,
Sin puertas ni ventanas,
ni lavabo ni baño ni cocina.
Olvídate de sillas o camas
un pequeño rincón para extender la estera
y dormir entre cabras y gallinas
Despréndete del coche y de la tele,
Prescinde de la luz y del teléfono,
del gas y agua corriente.
Suprime lavadora y frigo.
Reparte tu ropero tan selecto…
No busques cuando enfermes hospitales
ni farmacias de guardia,
porque no hay médicos ni llegan medicinas.
A la hora de comer no existen restaurantes,
ni siquiera una tienda que venda un bocadillo.
Tu incierto pan diario,
tal vez una fruta recogida en la selva
o las duras raíces a la tierra arañadas.
Después de esta experiencia.
¿seguiremos hablando de igualdad y justicia?
Misión claretiana de Pay Congila.
R.D. del Congo.